lunes, 1 de mayo de 2017

El arte de la esquina

Boletín N° 118 Año X

Mayo de 2017



Cartel - T. Lautrec


Sumario

Apuntes para una Estética del Posimpresionismo
Domingo siete
Velázquez



Apuntes para una Estética del Posimpresionismo(9a. Parte)

Texto: Lic. Alicia Grela Vázquez
Imagen: Prof. Elsa Sposaro



Toulouse-Lautrec con una modelo - Fotografía de Maurice Guibert



El Posimpresionismo tuvo en Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec uno de sus representantes más sobresalientes y polémicos, tanto en lo estrictamente estético, como en lo personal. Tanto es así que una parte de la crítica no lo admite como integrante de ese movimiento y lo asimila al Impresionismo.



Lavandera - Toulouse-Lautrec




Por el dual comportamiento con sus modelos (Carmen Gaudin, Marie Charlet, y otras) se le comparó con Goya. Por una parte, su trato cruel y por otra, cuando lograba simpatizar con ellas, también supo ser gentil y respetuoso.



La actriz Antonia Zárate – Goya




Para sus obras Toulouse-Lautrec tomó temas de la vida urbana, valiéndose (como Paul Gauguin) del caricato, razón por la cual sus personajes tienen rasgos humorísticos y caricaturescos.


Autorretrato – Toulouse-Lautrec



Autorretrato caricaturesco - T. Lautrec


Sus delineadas producciones de composición asimétrica, con colores planos muestran su interés (el que compartió con Vincent van Gogh y Paul Gauguin) por las estampas japonesas, que estaban de moda en el París de entonces.



La Japonesa – Claude Monet




En sus obras  aparecen las bailarinas del Moulin Rouge. Éstas en esa época eran vistas en Europa como muy audaces, pues los occidentales consideraban sus poses atrevidas. Sin embargo, parecían delicadas y suaves para Oriente.
                                      

Salon de la rue des Moulins – Toulouse-Lautrec

 Los japoneses tenían otro concepto del erotismo. No hay comparación posible de  las modelos de Toulouse-Lautrec  en el cabaret, con las mujeres representadas por Utamaro en el Barrio de los Placeres de Edo.


Japonesa – Utamaro


Incluso la misma firma de Toulouse-Lautrec estaba inspirada en los sellos japoneses que venían en las estampas. Se valió no solo del diseño, sino que además utilizó para firmar algunas de sus obras  el rojo, como los japoneses lo hacían.
 



Sello con Firma de Toulouse-Lautrec






DOMINGO SIETE  

Texto: Lic. Alicia Grela Vázquez
Imagen: Prof. Elsa Sposaro


En la aldea era común oír a los padres de jóvenes que salían a divertirse, decir como advertencia: “No me vendrás luego con un domingo siete.” Se sobreentendía que eso significaba que no fuese a complicar  malamente su propia vida o la de su familia. También se usaba para referirse a aquellas acciones o comentarios sorprendentes que espantarían, causarían dolor o enojarían a los demás.  






Al oír esa expresión sonaba interiormente una alarma ancestral, las más de las veces, asociada al comportamiento sexual. El saber popular volcó esos contenidos en leyendas que desde la Galicia Medieval se conservaron, reprodujeron y desparramaron por el mundo con la diáspora. Una prueba de ello es el libro Cuentos de mi tía Panchita de la escritora costarricense María Isabel Carvajal, quien bajo el pseudónimo de Carmen Lyra ocultaba a la pedagoga renovadora y activista política del pasado siglo.



María Isabel Carvajal Quesada (Carmen Lyra)






En aquel relato, en circunstancias desconocidas, cuando un campesino  recorría de noche un bosque, tropezó con una casa en la que unas brujas cantaban: “lunes 1, martes 2, miércoles 3”. El inesperado visitante interrumpió el canto diciendo: “jueves 4, viernes 5, sábado 6”. Las hechiceras, contentas, lo premiaron dándole de regalo objetos muy 
valiosos.







Al enterarse su patrón quiso imitarlo para lograr beneficios similares. Por eso es que se presentó en el mismo lugar y, cuando ellas terminaron de entonar su copla, él agregó: “domingo 7”. Pero esta vez, la reacción de las encantadoras fue muy distinta de aquella otra, pues el intruso terminó siendo muy fuertemente castigado.






En la provincia de Buenos Aires, Argentina circula aún hoy una versión en la que se cuenta que había dos hombres que eran compadres. Uno llamado Damián y  el otro Lázaro. Éste era tan pobre que a veces tenía que recurrir a la ayuda de su pariente que era rico, aunque era bastante avaro y conocido en el pueblo como amarrete. Siempre para asistirlo ponía objeciones que sólo eran excusas para no darle nada.







Un día Lázaro salió a buscar  trabajo para cubrir  las necesidades que sus escasos ingresos no alcanzaban a satisfacer. Salió con un rumbo distinto al acostumbrado pensando que podía cambiarle la suerte. Sin saberlo explícitamente, pero quizás sí “por ciencia infusa”, reproducía el pensamiento  de Ramón Lulio, según el cual el pobre dotado de esperanza vive mejor que el rico sin ella. Tal era la afirmación del casi olvidado sabio medieval.



Ramón Lulio


Caminó Lázaro hasta el crepúsculo y cuando ya casi le había ganado el desánimo, recuperó la esperanza de hallar algo, cuando a lo lejos vio un rancho. Pero volvió a decaer al acercarse más y comprobar que estaba abandonado. Decidió entonces regresar a su casa antes de que anocheciera. De pronto oyó que venía gente. El susto lo hizo esconderse y saltar sobre un tirante del techo de la tapera.







Eran unos paisanos que él nunca había visto. Entraron en la chabola, prendieron un fueguito y luego de unos cuantos vinos comenzaron a cantar: “lunes y martes, y miércoles tres, jueves y viernes y sábado seis”. La reunión se iba animando cada vez más. Después comenzaron a bailar, siempre al ritmo de los mismos versos. El pobre campesino al principio se divertía,  pero al pasar las horas, siempre con la misma canción, se comenzó a aburrir. Fue entonces que, cuando los cantores llegaron una vez más a: "sábado seis",  él gritó: “¡A las cuatro semanas se ajusta el mes!”








Los hombres dejaron de cantar. Miraron hacia el lugar de donde provenía la voz y dijeron:
- ¿Qué hace allí? ¡Baje, amigo!
- Cuando los oí llegar, me asusté y me escondí.
- No se preocupe paisano, le estamos muy agradecidos, porque nos ayudó a completar nuestra canción  y a alargarla un poco.
Y para recompensarlo por su aporte, le dieron oro equivalente a una gran cantidad de dinero. No se sabe cuál era en origen de esa fortuna. Quizás esos hombres fueran los míticos o históricos bandidos rurales.










Al volver a su casa loco de contento, Lázaro le pidió a su mujer que fuera a ver a Damián para pedirle prestada una balanza (sabiendo que la tenía) para medir mejor, sopesando con mayor exactitud las riquezas recibidas como regalo. Damián, intrigado por el pedido, untó uno de los platos con grasa, con la oculta intención de que un poco de lo que fuera ponderado allí quedara adherido. Al recibir de regreso el aparato, notó que había polvo de oro y fue inmediatamente a lo de su compadre a preguntarle de dónde lo había sacado.





Mientras Lázaro le contaba su aventura, Damián planeaba imitarlo para ampliar el contenido de sus arcas. Y así lo hizo. Se presentó en la misma vivienda, se trepó por el horcón a la cumbrera y esperó a que llegaran los gauchos cantores. Ellos encendieron un fuego, prepararon algunos vinitos y cuando ya estaban bastante “entonados” entonaron: “lunes y martes, y miércoles tres, jueves y viernes, y sábado seis. A las cuatro semanas se ajusta el mes”.


La repetición del canto empezó a impacientarlo y cuando nuevamente llegaron a "sábado seis", gritó: “¡Falta domingo siete!” Los paisanos enardecidos bajaron a Damián y empezaron a darle lo que prometía ser una buena paliza. Sin embargo, hábilmente él logro zafar y salir, aunque con algunos magullones, como alma que lleva el diablo. La historia se propagó en la región pampeana como un secreto a voces o, como acostumbran a decir en el pago: “como reguero de pólvora”.

Esta  versión criolla se asemeja a la germánica, recogida y divulgada por los hermanos Grimm a finales del siglo XVIII. La narración que ellos dieron a conocer habla de dos personajes antagónicos en sentimientos, acciones e intenciones, que se encuentran en una situación infortunada.  Mientras uno enfrenta las circunstancias adversas con valentía y honestidad, el otro prefiere huir y sacar ventaja. En el desenlace el primero es premiado y el otro castigado.



Hermanos Grimm



El folclore, según el académico gallego Ramón Menéndez Pidal, vive en variantes. Éstas pueden ser espaciales o temporales. Así, por encima de las diferencias, se puede observar un conjunto de constantes: protagonistas, ambientes, cantos y desenlace. Los personajes son dos varones que pueden ser vistos desde las diferencias: patrón y trabajador, rico y pobre, o desde la paridad: compadres, hermanos o amigos que encarnan valores y disvalores opuestos, polarizados. La división dicotómica y maniquea señala el bien, la valentía y la honestidad enfrentados  al mal, la cobardía y la mezquindad.



Menéndez Pidal – Bruno Beran



El entorno en que se desarrolla la acción es un lugar no poblado: un bosque, una casa abandonada o un cobertizo. Siempre hay personajes secundarios: sean estos fantásticos (gnomos o duendes) o reales (brujas, paisanos o bandidos rurales) que cantan coplas incompletas referidas a los días de la semana, sin mencionar el domingo, que funciona como catalizador que precipita el desenlace. Éste lleva implícita una moraleja. El sujeto de buena voluntad es premiado y el de mala fe es castigado.

Las razones para esto quizás haya que buscarlas en las creencias judías y cristianas que pudieron haber dado origen  al relato. El domingo es el día del Señor y no se debería pronunciar, como tampoco el  Santo nombre del Señor, en vano. Siete son los pecados capitales: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. El antagonista parece reunir un cúmulo de todos ellos. Eso lo hace acreedor al castigo. Finalmente, el siete es un número primo, como el tres, portador de un capital simbólico tal que apela y remite a lo mágico.



Los siete pecados capitales – El Bosco



Notablemente, la moraleja al elogiar las buenas acciones y censurar a las otras, no trascendió tanto como la expresión “domingo siete” para referirse a lo no deseado. Tal vez, porque por siglos los padres insistieron más enfáticamente en aquello que les afectaría y cuyas consecuencias temían, que en que incentivar a sus hijos para que actuaran correctamente. Desde el pueblo en que se repitió el lema ancestral sin reflexionar sobre él, busco respuestas a situaciones infortunadas e indeseadas ahora incluso desde la prevención que la leyenda supone.





VELÁZQUEZ

Texto: Prof.: Graciela Sovrán Haro
Imagen:Prof.:Elsa Sposaro



Autorretrato - Velázquez -Las Meninas


Flotando en el aire el “Polifemo”,
Aroma sutil de “Soledades”.
Negro peñón el cuerpo,
Aguileña la nariz turgente.
Nos mira desnudándonos el alma,
Gesto sobrio, adusto, reticente.
Medio arco vibrante los labios,
Ancha frente cual un monte,
Ojos oscuros, piel mediterránea,
Inteligencia en el recato de su “dicere”.
Una flor culterana en el retrato,
La fuerza ciclópea tras el hombre.
Don Luis es retratado por Velázquez.
El pintor simplifica la retórica,
El retórico eterniza las verdades.



Luis de Góngora - Velázquez












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