domingo, 22 de junio de 2014

El arte de la esquina
Boletín mensual Nº 83-Año VII

Junio  de 2014


Desnudo - Edgar Degas



SUMARIO

Apuntes para una Estética del Impresionismo (Octava parte)
Seres míticos II
El Rey y el Senado



Apuntes para una Estética del Impresionismo (Octava parte)
Texto: Lic. Alicia Grela Vázquez
Imagen: Prof. Elsa Sposaro


Los pintores impresionistas comparten su interés por la luz y su deseo de mostrar sus rápidos cambios en sus obras. Pero se considera a Edouard Manet como el primero de los impresionistas ortodoxos, en cuando a la aplicación de los nuevos principios.


Autorretrato - Eduardo Manet


Algunos críticos afirman que desde el punto de vista técnico este pintor carece de muchos de los atributos propios de un buen dibujante, de la resolución de la perspectiva y el modelado del arte académico.


Naná - Manet


Sin embargo, el énfasis de la censura no está puesto en el método y la técnica, sino en la temática y el tratamiento, que combinados difieren en cada uno de los artistas. Para el publico de la época los desnudos de Manet son vulgares e indecentes Tanto como en los paisajes este artista pinta lo que ve, atendiendo a sus propias reacciones.



Pierre A. Renoir


Por los mismos prejuicios es mal apreciada la labor de Renoir. Sus cuadros, considerados como los primeros impresionistas, son conocidos por los desnudos femeninos, que se presentan como un aporte revolucionario.



Joven desnuda - Renoir



Renoir decide pintar cuadros de dimensiones manejables, teniendo presente el objeto que le sirve de modelo. Y aún así no es menos vituperado por su elección demostrar en sus obras la llamada “vida alegre” de París.



Mujer joven arreglandose el pelo - Renoir


Renoir vuelve a los métodos de Corot en la década de 1880 por las frustraciones del trabajo al aire libre, como lo muestra en su obra “Mujer joven arreglándose el pelo”.

Por su parte, Edgard Degas, que está asociado a los impresionistas, expone con ellos en siete de sus ocho muestras, pero rechaza la pintura directa al aire libre. No pinta fuera de su estudio. Su formación clásica en el dibujo hace que este artista represente una alternativa diferente.



Ajenjo - Degas


Prefiere analizar grabados japoneses, observar el comportamiento humano y pintarlo. Escoge especialmente a mujeres trabajadoras o bailarinas.



Ensayo de ballet - Degas


Al comenzar a perder la visión se vuelca al pastel (en composiciones simples con pocas figuras) y la escultura (en que logra atrapar, tanto como en sus pinturas, la acción del momento).



Pastel - Degas




La tina - Degas




La bañera - escultura en bronce - Degas



Pero en su tiempo no goza de gran fama. Su época no valora su auténtica dimensión artística, en parte por su preferencia por los locales nocturnos, el café concert, el circo y el music hall.



Circo - Degas


Una mención especial merece Berthe Morisot, quien con sus acuarelas y óleos ofrece una mirada impresionista del mundo, que plasma en obras intimistas, que sus contemporáneos pueden desatender y obviar.



Retrato de Berthe Morisot - Manet




Seres míticos II

Lic. Alicia Grela Vázquez

En el marco que ofrece el Diseño Curricular, en la Cátedra de “Fundamentos de la Educación” se ha propuesto a los alumnos (de primer año del Profesorado de Artes Visuales con orientación en Cerámica, en la Escuela” Rogelio Yrurtia” de Mar del Plata, Argentina) una actividad de interpretación de textos.

La bibliografía utilizada fue el “Manual de zoología fantástica”, la “Breve Antología de cuentos fantásticos” y “El libro de los seres imaginarios” de Jorge Luis Borges.

El principal objetivo  fue transferir al ámbito de la lecto-escritura las competencias plásticas. Facilitar la conversión del Homo videns en Homo sapiens sapiens e integrar a los cursantes en la cultura del libro ha sido el complementario.

Es necesario rescatar las competencias lingüísticas. Éste, que es un auténtico desafío en la enseñanza en general, se hace especialmente importante en la Artística y Superior. Ya que aquí no basta investigar. Se requiere asombrar y recuperar la alegría y el placer en el trabajo.

El propósito secundario es que, a través de los escritos propuestos, se plasme una producción artística que los símbolos polisémicos posibilitan. La Semiótica artística implica connotaciones explícitas unas y crípticas otras. Las interpretaciones divergentes de lo que el uso común privilegia como paradigma de decodificación, son enriquecedoras.

En la base de todo esto está la consideración de que la Mitología (anónima y de autor) hace pensar en una realidad alternativa, con otras posibilidades que aquellas que el sentido común y lo cotidiano ofrecen.

La práctica docente no se limita a tomar contacto con los tecnicismos para inducir a su decodificación. Se tenderá a alcanzar la transcodificación. La experiencia áulica hoy permite la actuación individual, personal de cada uno, como así también el trabajo colaborativo en pos de una producción colectiva. La tarea en equipo muestra lo mucho que se consigue con la participación igualitaria.

Las imágenes siguientes exhiben los logros individuales, aunque no aislados, como así también los grupales, todo  ello en pro del  resultado conjunto.

El mono de la tinta
Jorge Luis Borges

Este animal abunda en las regiones del norte y tiene cuatro o cinco pulgadas de largo: está dotado de un instinto curioso; los ojos son como cornalinas, y el pelo es negro azabache, sedoso y flexible, suave como una almohada. Es muy aficionado a la tinta china, y cuando las personas escriben, se sienta con una mano sobre la otra y las piernas cruzadas esperando que hayan concluido y se bebe el sobrante de la tinta. Después vuelve a sentarse en cuclillas, y se queda tranquilo. 



El mono de la tinta - Nat 

Abtu y Anet
Jorge Luis Borges

Según la Mitología de los egipcios, Abtu y Anet son dos peces sagrados e idénticos que van nadando ante la nave de Ra, el dios del sol, para advertirla contra cualquier peligro. Durante el día, la nave viaja por el cielo del naciente al poniente; durante la noche, bajo la tierra, en dirección inversa.



Abtu y Anet - Castilla


El Mantícora
Jorge Luis Borges

Plinio (VIII, 30) refiere que, según Ctesias, médico griego de Artajerjes Mnemón, "hay entre los etíopes un animal llamado Mantícora; tiene tres filas de dientes que calzan entre sí como los de un peine, cara y orejas de hombre, ojos azules, cuerpo carmesí de león y cola que termina en un aguijón, como los alacranes. Corre con suma rapidez y es muy aficionado a la carne humana; su voz es parecida a la consonancia de la flauta y de la trompeta".
Flaubert ha mejorado esta descripción, en las últimas páginas de la Tentación de San Antonio se lee: "El Mantícora (gigantesco león rojo, de rostro humano, con tres filas de dientes):
"Los tornasoles de mi pelaje escarlata se mezclan a la reverberación de las grandes arenas. Soplo por mis narices del espanto de las soledades. Escupo la peste. Devoro los ejércitos, cuando éstos se aventuran en el desierto.

"Mis uñas estan retorcidas como barrenos, mis dientes están tallados en sierra; y mi cola, que gira, está erizada de dardos que lanzo a derecha, a izquierda, para adelante, para atrás. ¡Mira, mira!



                                                             El Mantícora - Moreno


El Minotauro

El Minotauro era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro que había nacido de la unión de la reina cretense Pasifae y el fabuloso toro blanco que Poseidón había entregado a su marido el rey Minos. Pese a la orden de sacrificarlo en su honor, Minos desobedeció al dios y lo mantuvo en su corte con desastrosas consecuencias. Minos se avergonzó tanto de la existencia de esta criatura, cuyo nombre significaba «toro de Minos», que lo encerró en un complejo llamado Laberinto construido por Dédalo. Allí, la criatura tenía siete jóvenes y siete doncellas atenienses para devorar cada nueve años. Teseo, con la ayuda de la hija de Minos, Ariadna, acabó con esta práctica cuando buscó a la bestia en el Laberinto y acabó con ella, encontrando luego la salida gracias al hilo que su amante le había dado al entrar en el complejo.

El Minotauro - Sosa



La Peluda de la Ferte-Bernard

Este es otro de los animales fantásticos descritos por Jorge Luis Borges en su libro “Manual de Zoología Fantástica”: .

"A orillas del Huisne, arroyo de apariencia tranquila, merodeaba durante la Edad Media la Peluda (La velue). Este animal habría sobrevivido el Diluvio, sin haber sido recogido en el arca. Era del tamaño de un toro; tenía cabeza de serpiente, un cuerpo esférico cubierto de un pelaje verde, armado de aguijones cuya picadura era mortal. Las patas eran anchísimas, semejantes a las de la tortuga; con la cola, en forma de serpiente, podía matar a las personas y a los animales. Cuando se encolerizaba, lanzaba llamas que destruían las cosechas. De noche, saqueaba los establos. Cuando los campesinos la perseguían, se escondía en las aguas del Huisne que hacía desbordar, inundando toda la zona.

Prefería devorar los seres inocentes, las doncellas y los niños. Elegía a la doncella más virtuosa, a la que llamaban la Corderita (L'agnelle). Un día, arrebató a una Corderita y la arrastró desgarrada y ensangrentada al lecho del Huisne. El novio de la víctima cortó con una espada la cola de la Peluda, que era su único lugar vulnerable. El monstruo murio inmediatamente. Lo embalsamaron y festejaron su muerte con tambores, con pífanos y danzas."



La Peluda de la Ferte-Bernard - Pérsico



Un animal soñado por Kafka
 Jorge Luis Borges


"Es un animal con una gran cola, de muchos metros de largo, parecida a la del zorro. A veces me gustaría tener su cola en la mano, pero es imposible; el animal está siempre en  movimiento, la cola siempre de un lado para otro. El animal tiene algo de canguro, pero la  cabeza chica y oval no es característica y tiene algo de humana; sólo los dientes tienen fuerza expresiva, ya los oculte o los muestre. Suelo tener la impresión de que el animal quiere amaestrarme; si no, qué propósito puede tener retirarme la cola cuando quiero agarrarla, y luego esperar tranquilamente que ésta vuelva a atraerme, y luego volver a saltar".



Un animal soñado por Kafka - Reliz





EL REY Y EL SENADO

Lic. Alicia Grela Vázquez


Había una vez, hace mucho tiempo, en una lejana comarca, que dicen era de Galicia,  un rey muy rico y con muchos dominios, que vivía con su familia en un enorme castillo.

El monarca resolvía las cuestiones de estado con la ayuda que le proporcionaba la guía de los más viejos. Pasada la época en que el entorno de los reyes estaba constituido por guardias armados, se había llegado al consejo de los ministros o al senado.

El Primero entre Iguales gustaba de oírlos para asegurarse de hacer bien las cosas y aumentar la eficiencia en la resolución de los conflictos que se le presentaban.

En una ocasión quiso resolver un problema propio, sin el auxilio prudente del senado, integrado por hombres con la sabiduría y la experiencia que dan los años.
El caso es que el rey era muy goloso.

Esta característica de su personalidad combinaba las dificultades que las comunidades cristianas asocian a uno de los siete pecados capitales, con la desmesura que los paganos señalaban como exceso y era parte de los vicios y actualmente se mal llama defecto.

El asunto es que el rey era muy goloso. Le gustaba comer mucha fruta, sobre todo cerezas (que algunos llaman “guindas”). Eso no parece ser hoy una gran desventaja a la hora de evaluar a un monarca, habiendo sombras, interrogantes y cuestionamientos tales como la corrupción, el enriquecimiento ilícito, el abuso de poder, el tráfico de influencias...

Pero, el hecho es que el rey era muy goloso. Para satisfacerlo y llenarle la barriga, muchas veces, había que ir a buscar sus bocados favoritos a otras tierras, donde las hubiera. Entonces ya los romanos afortunadamente habían introducido gran variedad de especies de cerezas en Galicia, al punto que las había dulces y también ácidas. De modo que nunca era necesario alejarse mucho de sus dominios.

Un día, a principios del verano, reparó que en su mesa no había cerezas. Pidió inmediatamente que ante él  se presentaran sus criados. Éstos lo hicieron sin demora. Una vez que llegaron a él les preguntó porqué no las tenía, si ya todos sabían que eran su postre preferido.

Uno de los sirvientes, luego de juntar coraje, contestó que ése no fue un buen año en que se pudiera cosechar una gran cantidad de cerezas; que vinieron días malos y mucha sequía y que los pájaros también comieron de los árboles las pocas que quedaban.

El rey enojado se levantó de la mesa y fue a ver, con el objeto de comprobar si eran ciertas las palabras que hasta allí tomaba como excusas. De vuelta al pazo, a la casa solariega, sin pedir a nadie opinión, llamó a sus súbditos y les dijo:

“Quiero y ordeno que a partir de mañana se prepare la tierra y se organice una buena plantación de cerezos en toda la extensión que hay a la vera del río. El conde Ledo será el responsable de que esa plantación garantice la satisfacción de mis deseos de cerezas. Por lo tanto, deberá seleccionar las mejores clases de plantas, para que haya de aquellas que ya den frutos en la primavera, al comienzo del estío y que después tengan un buen rendimiento hasta la llegada del invierno. ¡No soporto otro verano sin cerezas!”

El conde Ledo se mostraba muy temeroso ante las órdenes del rey y por eso hizo laborar muy duramente a sus vasallos, quienes prepararon la tierra debidamente. Día y noche trabajaron en el acondicionamiento de aquella extensión tan grande; plantando árboles frutales de cuanta clase conocían, que asegurasen una zafra abundante y secuenciada a lo largo de la estación cálida, porque el rey era muy goloso.

Este gran señor iba frecuentemente a vigilar aquellas labores. Además dispuso que se tuviese previsto un sistema de regadío que favoreciera el pronto crecimiento, el mejor aprovechamiento de los recursos para cumplir  sobradamente con el antojo real.

El senado mientras tanto no podía dar crédito a las decisiones del soberano. Los ancianos consideraban que aquello podía dar lugar a algo así como una venganza de la Naturaleza. Conociendo que ella era muy sabia, suponían que podría tener lugar un movimiento de balance y que años malos sucediesen a otros, en que las cosechas (pese a ser para el rey) por las dificultades ocasionadas  por contingencias meteorológicas, la sequía, las inundaciones, el clima adverso, las plagas, las pestes y todo lo que habitualmente disminuye el rinde agrícola.

Pero el rey, que era muy, pero muy goloso, nunca los llamó, ni quiso saber de su venerable experiencia.

Pasado el tiempo, el rey vio como sus tierras se poblaban de nueva y abigarrada vegetación, pero principalmente de cerezos en flor. El amo supremo sentía una gran satisfacción, pues una decisión personal suya serviría para corregir insuficiencias previas y demostrar una disposición resuelta ante los problemas.

Los cerezos estaban muy bonitos. Ya les llegaba el tiempo de ir madurando para proporcionar el preciado manjar al rey. Pero, al mirar atentamente por encima de la plantación, se veía también una nube de pájaros de distinto plumaje, aguardando también para poder comer las frutas.

El rey no daba crédito a lo que veía y aún así se quedó observando, mientras algunas avecillas se llevaban ya las primeras frutas de la temporada.

El rey se enojó muchísimo, como nunca se había visto hasta entonces. Gritó y maldijo a sus criados y luego convocó con urgencia  todos los labriegos y campesinos de los alrededores, para proponerles una recompensa por cada pájaro o ave paseriforme que hicieran desaparecer (incluso recurriendo a la muerte del animal). Los labradores obedecieron a regañadientes.

Al cabo de algunas semanas, pocos pájaros quedaban en el reino y esos pocos temían acercarse a las tierras del rey. Y, como si eso no fuera suficiente, las cerezas no acababan de madurar.

Las bandadas de pájaros habían desaparecido, pero en su lugar podía verse un cúmulo de negras nubes de mosquitos y toda clase de insectos (volátiles) que a más de comer la fruta resultaban molestos y hasta insoportables para la gente.

El rey sufría con enfado. Estaba irritado y nervioso. No paraba de dar vueltas y al cabo de ellas, pensándolo mucho concluyó que sería mejor consultar con el senado. Le llamaría para pedir el consejo de los más viejos y sabios. Ellos seguramente harían algo para poder salvar tanta cereza como la que ante sus ojos se perdía.

El senado, una vez que fuera convocado, no se hizo esperar. En conjunto se presentó sin demora alguna ante el rey. Pero poco tuvieron que hablar. Desde su escaño se  puso de pie un viejecito, que muy erguido le dijo a su Majestad que aquello era así, porque la naturaleza era así.




Por primera vez preguntó el rey con humildad:
-“¿Cómo dice?”
-“Pues, mi señor, la experiencia nos dice que las cosas son mucho más sencillas y que los seres vivos de la tierra viven en armonía perfecta. Algunas criaturas toman y se llevan algo de lo que pensamos que es nuestro, pero también dan y proporcionan satisfacción”.

“Cuando los observamos en libertad, sabemos que al tiempo que esos seres miran por ellos, están contribuyendo a nuestro beneficio. Los animales también son sabios. Si alguno de ellos faltara, ocasionaría un desequilibrio que provocaría mayores desastres. Por eso hoy mismo, sin los pájaros no podemos sacar a los insectos.”

El senador dio su opinión sobre la tan odiosa situación como si siguiera los consejos de hombres de ciencias del porvenir: la Economía y la Ecología, atendiendo a los problemas ocasionados por el monocultivo y los beneficios derivados de la biodiversidad.

El rey, aunque era goloso, recibió aquel aprendizaje con estima y agradeció su sabiduría al asesor. Prueba de ello fue que estableció un acuerdo, comprometiéndose a controlar su apetito por las cerezas y compartir en armonía su vida con los otros seres vivos, para ser enteramente feliz.

La leyenda nada dice de la necesidad de consulta con los que sabiendo más, le asesorarían mejor, ni de empoderar a la gente, pues eso es parte de otra historia.

NOTA

La monarquía, hoy en desuso como sistema de gobierno, fue considerada por Aristóteles la mejor de las formas  puras, por ser para el bien común. Pero requería una serie de virtudes cívicas que difícilmente se hallarían en una sola persona. Esta carencia haría que degenerara en su corrupta manifestación: la tiranía.

No obstante el riesgo señalado, a la hora de la emancipación, muchos patriotas independentistas la propusieron para los nuevos estados nacientes, como en Argentina lo hicieron José de San Martín y Manuel Belgrano.

Finalmente esto no se concretó y de los virreinatos surgieron repúblicas, que a su vez derivaron en formas impuras. Como en las colonias no hubo una auténtica aristocracia, solo se conoció en ellas su derivado (para el beneficio de los que gobiernan) bajo dos aspectos, a veces combinados: la oligarquía y el nepotismo.