Boletín Mensual Nº 93 Año VIII
Abril de 2015
Hugo Irureta
SUMARIO
Apuntes para una Estética del Simbolismo (Segunda Parte)
Los cazadores
La enseñanza artística
Apuntes para una Estética del Simbolismo (Segunda Parte)
Texto: Lic. Alicia Grela Vázquez
Imagen: Prof. Elsa Sposaro
La Estética del
Simbolismo se basa en la consideración de que los artistas deberían expresar
sus emociones y pensamientos no con ponencias, afirmaciones, axiomas ni
postulados, sino por medio de símbolos o alegorías.
Este movimiento
revaloriza la imaginación no sólo como
factor generador y creativo, sino como forma de ver, conocer e interpretar la
realidad. En Literatura esta tendencia se aleja del Romanticismo y del Realismo
(aún en su moderada representación: el Naturalismo). La Poesía simbolista
reconoce a Edgar Allan Poe como antecedente y precursor.
Edgar Allan Poe
El cuervo
Una vez, en una taciturna media noche,
mientras meditaba débil y fatigado,
sobre un curioso y extraño volumen
de sabiduría antigua,
mientras cabeceaba, soñoliento,
de repente algo sonó,
como el rumor de alguien llamando
suavemente a la puerta de mi habitación.
>> Es alguien que viene a visitarme - murmuré
y llama a la puerta de mi habitación.
Sólo eso, nada más. <<
Ah, recuerdo claramente
que era en el negro Diciembre.
Y que cada chispazo de los truenos hacía
danzar en el suelo su espectro.
Ardientemente deseaba la aurora;
vagamente me proponía extraer
de mis libros una distracción para mi tristeza,
para mi tristeza para mi Leonor perdida,
la rara y radiante joven
a quien los ángeles llamaban Leonor,
para quien, aquí, nunca más habrá nombre.
Y el incierto y triste crujir de la seda
de cada cortinaje de púrpura
me estremecía, me llenaba
de fantásticos temores nunca sentidos,
por lo que, a fin de calmar los latidos
de mi corazón, me embelesaba repitiendo:
>> Será un visitante que quiere entrar
y llama a la puerta de mi habitación.
Algún visitante retrasado que quiere entrar
y llama a la puerta de mi habitación.
Eso debe ser, y nada más <<.
De repente, mi alma, se revistió de fuerza;
y sin dudar más
dije:
>> Señor, o señora,
les pido en verdad perdón;
pero lo cierto es que me adormecí y
habéis llamado tan suavemente
y tan débilmente habéis llamado
a la puerta de mi habitación
que no estaba seguro de haberos oído <<.
Abrí la puerta.
Oscuridad y nada más.
Mirando a través de la sombra,
estuve mucho rato maravillado,
extrañado dudando, soñando más sueños que
ningún mortal se habría atrevido a soñar,
pero el silencio se rompió
y la quietud no hizo ninguna señal,
y la única palabra allí hablada fue
la palabra dicha en un susurro >>¡Leonor!<<.
Esto dije susurrando, y el eco respondió
en un murmullo la palabra >>¡Leonor!<<.
Simplemente esto y nada más.
Al entrar de nuevo en mi habitación,
toda mi alma abrasándose,
muy pronto de nuevo, oí una llamada
más fuerte que antes.
>> Seguramente -dije-, seguramente es
alguien en la persiana de mi ventana.
Déjame ver, entonces, lo que es,
y resolver este misterio;
que mi corazón se calme un momento
y averigüe este misterio.
¡ Es el viento y nada más.<<
Empujé la ventana hacia afuera,
cuando, con una gran agitación
y movimientos de alas
irrumpió un majestuoso cuervo
de los santos días de antaño.
No hizo ninguna reverencia;
no se paró ni dudó un momento;
pero, con una actitud de Lord o de Lady,
trepó sobre la puerta de mi habitación,
encima de un busto de Blas,
encima de la puerta de mi habitación.
Se posó y nada más.
Entonces aquel pájaro de ébano,
induciendo a sonreír mi triste ilusión
a causa de la grave y severa
solemnidad de su aspecto.
>> Aunque tu cresta sea lisa y rasa
-le dije-, tú no eres un cobarde <<.
Un torvo espectral y antiguo cuervo,
que errando llegas de la orilla de la noche.
Dime: >> ¿Cual es tu nombre señorial
en las orillas plutónicas de la noche?
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
Me maravillé al escuchar aquel desgarbado
volátil expresarse tan claramente,
aunque su respuesta tuviera
poco sentido y poca oportunidad;
porque hay que reconocer
que ningún humano o viviente
nunca se hubiera preciado de ver
un pájaro encima de la puerta de su habitación.
Con un nombre como >> Nunca más <<.
Pero el cuervo, sentado en solitario
en el plácido busto, sólo dijo
con aquellas palabras, como si con ellas
desparramara su alma.
No dijo entonces nada más,
no movió entonces ni una sola pluma.
Hasta que yo murmuré: >> Otros amigos
han volado ya antes <<.
En la madrugada me abandonará,
como antes mis esperanzas han volado.
Entonces el pájaro dijo: >> Nunca más <<.
Estremecido por la calma,
rota por una réplica tan bien dada,
dije: >> Sin duda <<.
Esto que ha dicho
es todo su fondo y su bagaje,
tomado de cualquier infeliz maestro
al que el impío desastre
siguió rápido y siguió más rápido
hasta que sus acciones fueron
un refrán único.
Hasta que los cánticos fúnebres
de su esperanza, llevaran la melancólica carga de
>> Nunca - nunca más <<.
Pero el cuervo, induciendo todavía
mi ilusión a sonreír,
me impulsó a empujar de súbito
una silla de cojines delante del pájaro,
del busto y la puerta;
entonces, sumergido en el terciopelo,
empecé yo mismo a encadenar
ilusión tras ilusión, pensando
en lo que aquel siniestro pájaro de antaño
quería decir al gemir >> Nunca más <<.
Me senté, ocupado en averiguarlo,
pero sin pronunciar una sílaba
frente al ave cuyos fieros ojos, ahora,
quemaban lo más profundo de mi pecho;
esto y más conjeturaba,
sentado con la cabeza reclinada cómodamente.
Tendido en los cojines de terciopelo
que reflejaban la luz de la lámpara.
Pero en cuyo terciopelo violeta,
reflejando la luz de la lámpara,
ella no se sentará ¡ ah, nunca más!
Entonces, creo, el aire se volvió
más denso, perfumado por un invisible incienso
brindado por serafines cuyas pisadas
sonaban en el alfombrado.
>> Miserable -grité-. Tu dios te ha permitido,
a través de estos ángeles te ha dado un descanso.
Descanso y olvido de las memorias de Leonor.
Bebe, oh bebe este buen filtro,
y olvida esa Leonor perdida.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
>> Profeta -dije- ser maligno,
pájaro o demonio, siempre profeta,
si el tentador te ha enviado,
o la tempestad te ha empujado hacia estas costas,
desolado, aunque intrépido,
hacia esta desierta tierra encantada,
hacia esta casa tan frecuentada
por el honor. Dime la verdad, te lo imploro.
¿ Hay, hay bálsamo en Galad? ¡Dime,
dime, te lo ruego ! <<.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
>> Profeta -dije-, ser maligno,
pájaro o demonio, siempre profeta,
por ese cielo que se cierne sobre nosotros,
por ese dios que ambos adoramos,
dile a esta pobre alma cargada
de angustia, si en el lejano Edén
podré abrazar a una joven santificada
a quien los ángeles llaman Leonor,
abrazar a una preciosa y radiante
doncella a quien los ángeles llaman Leonor <<.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
>> Que esta palabra sea la señal de nuestra separación,
pájaro o demonio - grité
incorporándome.
¡ Vuelve a la tempestad
y la ribera plutoniana de la noche!
No dejes ni una pluma negra como prenda
de la mentira que ha dicho tu alma.
¡ Deja intacta mi soledad!
¡ Aparta tu busto de mi puerta!
¡ Aparta tu pico de mi corazón,
aleja tu forma de mi puerta! <<.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
Y el cuervo sin revolotear, todavía posado,
todavía posado,
en el pálido busto de Palas
encima de la puerta de mi habitación,
sus ojos teniendo todo el parecido
del demonio en que está soñando,
y la luz de la lámpara que le cae encima,
proyecta en el suelo su sombra.
Y mi alma, de la sombra que yace flotando
en el suelo no se levantará...
¡ Nunca más !
Pero, el autor que da comienzo al Simbolismo es
Charles Baudelaire. Él desprecia las formas cristalizadas de los autores
precedentes y toma distancia de los cánones anteriores con sus rígidas normas
de versificación y las imágenes consagradas. Sus obras, incluidas en “Las
Flores del Mal” y “El Spleen de París” hacen que sea considerado como decadente
por sus contemporáneos.
La difusión de los
principios simbolistas la lleva a cabo Stéphane Mallarmé con sus ensayos en
prosa como “Divagaciones”, su Salón Literario y en su poesía: “La Siesta de un
Fauno”.
Stéphane Mallarmé - Renoir
La Siesta de un Fauno
La corriente se
extiende con Paul Verlaine a través de “Romanzas sin Palabras” y Arthur Rimbaud
con “Una Temporada en los Infiernos”, más allá de Francia y del siglo XIX. Así, Bélgica presenta a Maurice Maeterlinck,
con “Peleas y Melisanda”.
El Simbolismo es
considerado tanto un estilo como una tendencia ideológica internacional que
permite a través de sus obras transformar el Arte Figurativo en Abstracto.
Los cazadores
Texto: Lic. Alicia Grela Vázquez
Imagen: Prof. Elsa Sposaro
De las muchas
características asombrosas de Artemisa, quizás la más divulgada sea aquella que
los romanos agregaron a su nombre (Diana) cazadora. Y, aunque la mitología
griega está poblada por una multitud de hábiles saeteros, sólo dos de ellos
merecieron el privilegio de que en los relatos de los hechos de la diosa
adolescente se los vinculase con ella, claro que de muy distinto modo.
Estatua de Diana en el Museo del Louvre
Acteón, el vanidoso
príncipe tebano, se vanagloriaba diciendo que, tratándose de cobrar presas, él
era muy superior a Artemisa, mientras no paraba de acecharla. Una vez, en un
mal día, en la espesura del bosque, cuando la deidad se bañaba en compañía de
su coro de ninfas, ellas lo descubrieron observándola y de inmediato corrieron
a ocultarla de la vista del jactancioso intruso.
Quizás por la
brusquedad de los movimientos para cubrirse rápidamente, la diva salpicó al
impertinente, que en forma instantánea se transformó en un ciervo. Luego, hay
quien dice que azuzó a los perros de él para que lo atacaran. El caso es que lo
destrozaron sin advertir que se trataba de su propio amo transfigurado.
Otros afirman que esa
transformación no tuvo lugar, pero que aún conservando su apariencia humana,
fue perseguido y muerto por un jabalí enviado por la divinidad, ofendida por la
mala actitud del espía mirón.
El baño de Diana
Muy distinto fue el
caso de Orión. Este joven llegó a ser un inmejorable compañero de cacería de
Artemisa. Su digno colega le era inseparable, hasta el trágico momento en que
el infortunado hallara la muerte.
Los relatos varían
enormemente sobre las causas, las circunstancias y los autores de su fatal
desaparición. Algunos autores acusan a los inmortales del crimen, presumiendo
que en los celos estuvo la motivación del malhadado hecho. Él se casó con Eos
(una mujer y, por lo tanto, mortal).
Otra versión expresaba
una posibilidad diferente, fundada en la actitud griega altamente competitiva,
tan común entre los inmortales como en los humanos. Desde esta perspectiva, el
cazador habría provocado la ira de Diana, al desafiarla a lanzar el disco. Es
este reto, según se dijo, que llevó a la
diosa a matarlo, sin más dilación.
Discóbolo
Para otros, Orión
había alardeado de superioridad ante Gea. Esta poderosa diosa madre no dejó
pasar tal arrogancia sin castigo. Es así que envió a un escorpión gigante tras
él. Finalmente, luego de perseguirlo, el alacrán lo alcanzó y le inoculó el letal
veneno que le causó la muerte.
El escorpión de Gea.
Por otra parte,
algunas narraciones cuentan que, al haber encontrado Artemisa en Orión a un
amigo, compartía con él su tiempo en correrías aventureras. Por esto fue que
Apolo se sintió abandonado por ella, pues no le prestaba la misma atención que
antes de la llegada del cazador. Así fue que, llevado por el temor de perderla,
ideó un ardid para eliminarlo.
Diana - Rubens
Apolo
Retó a su hermana,
proponiéndole una competencia de caza, tomando como base su temperamento. Tal
desafío, en la espesura del monte le aseguró que Artemisa se precipitaría para
lanzar sus certeras flechas. Condujo luego con engaños a Orión hasta el lugar
en que ella habría de disparar rápida y precipitadamente para cobrar su preciada
presa y ganarle en el torneo. Tarde ella advirtió que había asesinado por
imprudencia a su amigo.
Diana sobre el cadáver de Orión
Otras formas en que
las tradiciones dan cuenta de la muerte de Orión, se vinculan con la violación.
En un caso se menciona un hecho consumado. El cazador tomó por la fuerza a una
de las ninfas vírgenes de Artemisa.
La segunda variante
cuenta que el cazador intentó abusar de la propia diosa. Cualquiera fuese el
caso, por su vulneración, recibió castigo. Diana envió un escorpión para que lo
persiguiera y, una vez hallado, lo matase. En esta ejecución se valió del mismo
ponzoñoso animal que se le atribuyó a Gea: el gigante y ponzoñoso animal.
Sin embargo, pese a
todo, Artemisa se apiada del trasgresor y, con su madre (Leto) pide a Zeus
(padre de la consentida diosa adolescente) lo ponga en el cielo entre las
estrellas. El supremo accede. Pero Gea, aún sin perdonar a Orión, hace que el
escorpión lo siga muy de cerca en su viaje astral. Es por eso que ambas
constelaciones se sucedan: están en el firmamento una a continuación de la
otra.
La Enseñanza Artística
Lic. Alicia Grela Vázquez
La Enseñanza Artística
es una forma de construcción, así como el Arte también lo es, y un
a manera
válida y diferente de conocer el mundo. En las instituciones educativas suele
limitarse a lo consagrado por la Historia del Arte Europeo, principalmente, y
abarca sólo un poco más allá de las Vanguardias del siglo XX.
Los estudiantes al
ingresar en las escuelas encuentran que el mundo ya está construido y eso se da
por hecho, sin reflexionar sobre sus determinantes, posibilidades ni criticar
ese estado de cosas vigente.
Las materias
artísticas y su formación están frecuentemente depreciadas, desvalorizadas como
si se tratase de una clase jerárquicamente inferior en el currículo. Y el
tiempo a ellas dedicado fuese un equivalente a horas libres.
Además, el arte
escolar se disimula, esconde o trasmuta en las actividades necesarias para
preparar los actos relativos a las Efemérides. Los prejuicios, preconceptos,
estereotipos y anacronismos hacen que se ignore cualquier otra posibilidad.
El reduccionismo
simplista que habitualmente lleva las “n” dimensiones a solo una, dos, tres y a
lo sumo culmina en cuatro; los estados de la materia a sólida, líquida y
gaseosa, aunque otros pueblos (como los lapones y esquimales) puedan reconocer
más en las formas del agua; también acota los colores y con esto sus
combinaciones pasan a ser fijas y no aleatorias.
La escuela, al enseñar
Arte, también diseña espectadores. La práctica docente puede seguir cualquiera
de los modelos descriptos por Imanol Aguirre Arriaga. Así, según el logocentrista se consigue que el
estudiante se apropie de técnicas y herramientas para conocer y producir.
La estrategia empleada
desde la cátedra privilegia la dirección experta y la didáctica precisa y
sistemática. El educando realiza una acción creativa regulada, pasando de lo
fácil a lo difícil, de la síntesis al análisis y del rigor de la norma a la
libertad (de lo heterónomo a lo autónomo).
En cambio, la
modalidad expresionista da prioridad al sujeto de aprendizaje como fuente
de emociones. El educador propicia un ambiente que sea un medio idóneo para
expresar y crear libremente, sin normas ni reglas.
Pero, al consagrarse
la concepción filolingüista el Arte se torna en lenguaje, especialmente
visual. La comunicación se centra en los elementos (punto, línea, luz, color)
con los que se transmite un posible mensaje a un receptor, usuario o
intérprete, con la finalidad de alfabetizar visualmente.
Mas, el Arte excede
esos límites. Es además una forma de conocimiento y se constituye en una
metáfora de la realidad. Por eso su enseñanza tiene que ir más allá. Los
símbolos artísticos son polisémicos y permiten múltiples interpretaciones. En
cada una de ellas los maestros somos artistas y espectadores.
Para ello la
contextualización ayuda a entender y la recontextualización a considerar otras
posibilidades diferentes, fuera de las impuestas por las pautas diagramadas por
el etnocentrismo o la cultura hegemónica de un momento.
Como señalara Walter
Benjamín hay tensiones dialécticas entre la imagen, la memoria y la política.
Ésta puede ser entendida de un modo conservador o emancipatorio. Y es para la
liberación que la enseñanza debería trabajar.
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