El
arte de la esquina
Boletín mensual Nº 78-Año VII
Enero de 2014
Boletín mensual Nº 78-Año VII
Enero de 2014
Sweet Candy - Claudia Sposaro
SUMARIO
Apuntes para una Estética del Impresionismo (Tercera parte)
Sabela
Juan Gelman
Juan Gelman
Apuntes
para una Estética del Impresionismo
(Tercera parte)
(Tercera parte)
Texto: Lic. Alicia Grela Vázquez
Imagen: Prof. Elsa Sposaro
El cambio
en la Música Contemporánea que el llamado “Impresionismo musical” inicia, se
genera a partir del movimiento pictórico que le sirve de base y que como él
toma su nombre del cuadro “Impresión del sol naciente” de Monet.
Esta
transformación se comprende como una reacción contra el academicismo que desde
París se impone al resto del mundo, aún en la segunda mitad del siglo XIX.
Este
movimiento constituye el punto de partida de las Artes Plásticas
Contemporáneas, al transformar la imagen natural en un proceso, en un devenir.
Sus resultados no son entidades discretas (perfectamente delineadas y acotadas)
sino continuas (diluidas, esfumadas e imprecisas).
En la
Historia de la Cultura Occidental su tarea reconoce ilustres precedentes. En el
siglo XVII Jan Vermeer y Diego Velázquez intentan plasmar los efectos de la luz
natural sobre los objetos.
Diego Velázquez
A fines del
siglo XVIII y principios del XIX Francisco Goya capta la impresión lumínica en
sus cuadros.
Autorretrato - Francisco
Goya
Los
paisajistas ingleses decimonónicos, John Constable y J. M. W. Turner son sus antecedentes más próximos
en el tiempo, con Johann Jongkind y Eugene Louis Boudin, (este último considerado como pre-impresionista).
John
Constable
Joseph Turner
También
desde Francia Corot y Courbet les impulsan. Pero, la conocida como “Escuela de
Barbizón” es la que logra consolidar la unión de los nuevos artistas. En ella
estaban Theodore Rousseau, Millet y Daubigny, entre otros realizadores.
Busto de T. Rousseau - Henri-Louis Levasseur
Daubigny - Fotografiado por Nadar
Cuando
Claude Monet, Auguste Renoir y Alfred Sisley (compañeros de estudios en la
Escuela de Bellas Artes de París) realizan excursiones a Fontainbleau entran en
contacto con aquellos, posibilitando así su enriquecimiento creativo.
Autorretrato - C. Monet
Autorretrato - Auguste Renoir
Alfred Sisley pintado por Renoir
Finalmente,
del taller de Courbet, maestro del Realismo, surgen las motivaciones para las
busquedas de Camille Pisarro.
Autorretrato - Camille Pisarro.
Con cada
uno y todos ellos las Artes pictóricas logran eliminar lo esencial de las
normas vigentes desde el Renacimiento y con esto se consigue, tras la
conmoción, mostrar una Naturaleza más viva y colorida, pues el hábito repetido
en el transcurso de casi cuatro siglos la tiene empobrecida.
Así, el
Impresionismo no sólo renueva las Artes Plásticas, sino principalmente la
visión del mundo y con esta diferente cosmovisión, la actitud ante la vida.
SABELA
Lic. Alicia Grela Vázquez
Paseo por
La Coruña y al ver la estatua de Breogán y la Torre de Hércules, oyendo a
Sabela Cereijo, recuerdo una vieja leyenda que en el pueblo se nos contaba a
los niños, con el dudoso propósito de alejarnos de los extraños que con
regalos, nos indujeran a ocultar algo a los nuestros. Espero que Sabela
Barreiro, con la sensibilidad propia de los artistas plásticos, y sus tocayas
hayan podido capitalizar, sublimando, de conocerla, esta historia.
No puedo
ahondar en los fundamentos antropológicos, psicológicos, étnicos, culturales y
religiosos que sustentan esta antigua habla. Pero, lo cierto es que, como en
otros cuentos, lo terrible y estremecedor de los acontecimientos narrados
aseguraban que el miedo provocado le confiriesen una vida adicional en la
evocación y en la ulterior recreación.
Nuestra
madre decía que una pastorcita, Sabela, iba a un prado próximo al Castillo de
los Moros, que por entonces aún estaban por allí. Sin que se supiera por qué ni
cómo salió una mora y le ofreció un bonito vestido.
La pequeña
lo aceptó, pues era muy lindo y bien hecho. Cuando ella lo tomó, la mujer le
advirtió:
“De esto no debes
decir nada a nadie.
Ni siquiera a ttu mamá.
Ninguno ha de saber quién te lo regaló. Mira que yo he de ir a escuchar
detrás de la puerta y, si lo haces,...ya verás lo que te pasa.”
Sabela - Elsa Sposaro
La niñita
se marchó muy contenta. Llegó a su casa alegre con su obsequio, pero la madre
al ver esa ropa tan buena, le preguntó por ella a su nena:
_ “Y ese vestido que traes, ¿de dónde lo
sacaste?”
_ “No te lo puedo decir, mamita. Prometí no
hacerlo.”
_ “Ay, Sabelita, que las cosas no son así. Y,
si no quieres llevarte unos azotes, me lo tienes que contar.”
En aquellos
tiempos la panacea para todos los males, el santo fármaco familiar, era el
“jarabe de palo”. De modo que, ante tales amenazas, la niña no tuvo más remedio
que hablar:
_ “Fue la mora del Castillo. Pero yo le juré
que no se lo diría a nadie y ahora...”
Posteriormente,
en otra ocasión, cuando volvió nuevamente a aquel misterioso lugar, a pastar a
sus animales, se le apareció la mujer y, tomándola por la fuerza, la llevó al
castillo y la arrojó en un caldero enorme que contenía aceite hirviendo.
Llegada la
noche, la madre de la niña la llamaba a gritos:
“¡Sabelita!
¡Sabelita!”
Y la
malvada mujer replicaba:
“Sabelita, sábelo: derretida en
aceitón.”
NOTA
Esta
historia se repite entre nosotros desde el siglo XV en que los Reyes Católicos:
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, al tomar Granada expulsaran de España
a judíos y mahometanos, a menos que se convirtieran al cristianismo.
Algunos lo
hicieron y así pudieron permanecer en la península, evitando el extrañamiento y
la diáspora. Pero los prejuicios antisemitas los señalaban con el nombre de
“marranos”, que hacía alusión al animal que, por considerarlo impuro, no
integraba su dieta.
Cuando
Sabela lleva a pastar a sus cerditos al prado que rodeaba el castillo de los
moros, la mujer que la ve, entiende eso quizás como una burla, un insulto y una
provocación.
Además,
entre nuestra gente los musulmanes eran vistos como una tribu mágica a la que
atribuían poderes excepcionales, como oír a través de las paredes o predecir el
futuro (que la Iglesia había vedado).
Finalmente,
el aceite hirviendo fue un arma eficaz en la defensa de las ciudades, por mucho
tiempo. Baste recordar que los vecinos de la ciudad de Buenos Aires, (la Gran
Aldea de la actual República Argentina) utilizaron este método medieval en las
frustradas Invasiones Inglesas, a principios del siglo XIX.
Juan Gelman
Selección Elsa Sposaro
Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,!
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
Gotán
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
Selección Elsa Sposaro
Oración de un desocupado
Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,!
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
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