Boletín Nº 8
Marzo de 2008
Marzo de 2008
Identidad- Elsa Sposaro
8 de marzo:"Día Internacional de la mujer":El concepto de mujer (Por la Lic. Alicia Grela Vázquez)
19 de marzo :"Día Internacional del Artesano"
24 de marzo: “Día Nacional de la Memoria por la verdad y la justicia”
8 de marzo:"Día Internacional de la mujer":El concepto de mujer (Por la Lic. Alicia Grela Vázquez)
19 de marzo :"Día Internacional del Artesano"
24 de marzo: “Día Nacional de la Memoria por la verdad y la justicia”
8 de marzo: "Día Internacional de la mujer"
El concepto de mujer(Por la Lic. Alicia Grela Vázquez)
La situación actual de la mujer es recordada el 8 de marzo, que bien podría señalar el día del trabajador, pues como el de los mártires de Chicago, fue el resultado de una medida de fuerza y la represión desmedida e irracional con que la clase dominante respondió a la contraposición de los intereses sectoriales.
Nuestro presente estado es consecuencia de la simbiosis de las culturas grecolatina y semita.
En los mitos helénicos se consideraba como Edad de Oro a aquella época en que sólo había varones. Además, la primera mujer: Pandora (un verdadero presente griego) fue dada en matrimonio a Epimeteo, el titán creador de los animales, como parte del castigo.
La Caja (ánfora) de Pandora contenía todos los males que al abrirla se derramaron por el mundo. Cuando finalmente se la cierra, sólo conservaba en su interior la esperanza. Esto puede interpretarse como lo hacen los optimistas: lo último que se pierde es la esperanza. Pero los pesimistas dirán: en el mundo están todos los males; lo único que no hay es esperanza, ya que permanece bien guardada. A esto se suma que la esperanza de la que habla este mito es la falsa esperanza, la vana.
Por su parte, la Guerra de Troya da cuenta de la actitud misógina del mundo griego al responsabilizar a Helena de la contienda.
En cuanto a los dos más grandes filósofos: Platón y Aristóteles sólo puede decirse que no escaparon al horizonte de su tiempo y con su actitud lo convalidaron.
Los romanos continuaron con esta visión y cuando el Imperio oficializó la religión cristiana, la tradición semita dominó Europa occidental y parte del Oriente, pero la situación femenina no mejoró.
En el primer libro del Pentateuco atribuido a Moisés se da cuenta de la creación de los cielos y la tierra, de la noche y el día en el primer día (Génesis 1:5- “Y fue la tarde y la mañana del día primero”).
Pero es en la jornada sexta en que se procede a la creación del hombre como culminación de todo la obra. Una vez dispuesta la escena ( los cielos, la tierra, las aguas) con todos sus aditamentos (los animales de las distintas especies en sus dos géneros) entra el protagonista. En Génesis 1:26- “Hagamos al hombre a nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza”, y en 1:27- “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó varón y hembra los creó.” Esta es la primera vez en que se habla de la creación del hombre. Y en ella el varón y la mujer son simultáneos y jerárquicamente iguales. Tienen además el mismo objetivo en el plan de la creación: dominar sobre lo creado (Gén. 1:28- “Sojuzgad y señoread la tierra”).
Esta primera versión igualitaria de la creación se reitera en Gén. 5:1 y 5:2. Curiosamente sin embargo la tradición no la recoge. La mujer no tiene idéntico origen, según la versión popular ni está llamada a gobernar nada.
En Gén. 2:7- “Formó pues Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó a su nariz soplo de vida, y fue el hombre un alma viviente”. Este Dios parece distante del Creador a partir de la nada ( ex nihilo) del capítulo 1.
Estando el hombre en el Edén Dios advierte que “ No es bueno que el hombre esté solo” (Gén. 2:18) y decide proporcionarle ayuda idónea. Entre todos los animales no encuentra ninguno que pueda cumplir con este requisito.
En el cap.:3: 21 y 22 “ Y Dios hizo caer sueño sobre Adán, y se quedó dormido; entonces tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Dios tomó hizo una mujer y trájola al hombre”. Dios adormece a Adán para quitarle un hueso de su costado para hacer a la mujer. Dios se la presenta al hombre, quien dice que ella es carne de su carne, y procede a darle nombre: Issah (varona), porque del Is (varón) fue tomada.
El varón recibe el nombre de Adán , (rojo) por la arcilla con que fue modelado o por la sangre símbolo de la vida. La mujer es denominada en relación con el varón o con el nombre de Eva (madre de todos los mortales) con la posteridad . Eva es una servidora pésima ya que se constituye en una rebelde.
La simbiosis cultural hizo que el fruto del árbol de la sabiduría fuese confundido con la manzana de oro con la inscripción “para la más bella”, que Eris (la diosa de la discordia) arrojara al paso de Hera (diosa del hogar), Afrodita ( diosa del amor) y Palas Atenea (diosa de la sabiduría) y que tras el juicio de Paris para elegirla, desembocara en la Guerra de Troya.
Volviendo al ámbito de las Sagradas Escrituras: el relato dice que Eva al probar encontró que el fruto era comestible, agradable y apetecible. Es por eso que también le dio a su marido “el cual comió así como ella” ( Gén. 3:6). A consecuencia de esto advirtieron que estaban desnudos y se vistieron (Gén. 3:7). En el 3:21 Dios hace para Adán y Eva túnicas de pieles como vestidos.
Estas creaturas han desobedecidos y son culpables. Según el esquema de premios y castigos que llega hasta nuestros días, es castigada la conducta que pretende ser desalentada Sobreviene el castigo: la pena capital. La serpiente es condenada a moverse sobre su vientre, y a comer el polvo. Adán a ganarse el pan con el sudor de su frente. Y a Eva está dedicado el Gén. 3:16 , multiplicación de los dolores y las preñeces ; subordinación al deseo del marido y sujeción al dominio del varón.
La mujer ha de ser rebautizada como madre de todos los vivientes, en Gen. 3:20.
Gen. 4:1 “Adán conoció a su mujer Eva”. No es sino hasta después de la expulsión del Edén en que tiene lugar la relación sexual que falsamente se asocia con el pecado original.
El pecado original no es el sexo sino la desobediencia; para los judíos y cristianos y al igual que entre los griegos la transgresión al mandato divino fue condenada.
19 de marzo "Día Internacional del Artesano"
Mucho se ha escrito y se sigue discutiendo sobre los términos arte y artesanía, artista y artesano. Acercamos aquí algunas definiciones, pero más allá de las controversias, decidimos incorporar a nuestro Boletín El Arte de la Esquina, este artículo por el día Internacional del Artesano.
Cronología
- hacia 7000 a. J. C. Invención del telar y del tejido de la lana (Çatal Höyük, Anatolia).
- s. IX Primeras vidrieras, en Alemania
- 950-1200 Fase mimbres de la cultura de los Mogollon (al suroeste de Nuevo México); casas de adobe (ladrillo rudimentario simplemente secado al sol) agrupadas en poblados; inhumación de los muertos con ofrendas (cerámicas) en el subsuelo de las casas
- 1280 El torno empieza a competir con la rueca y el huso
© Larousse / S.E.J.E.R. 2004 © Spes Editorial, S.L. 2004
En el Santoral católico se lo reconoce como "San José Carpintero", que conmemora el oficio de San José, padre terrenal de Jesucristo.
24 de marzo: Día Nacional de la Memoria por la verdad y la justicia
24 de marzo- Argentina
“Es preciso dejar claramente establecido- porque lo requiere la reconstrucción del futuro sobre bases firmes- que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas, como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y el Estado que son irrenunciables.
Por otra parte el terrorismo de Estado fue desencadenado de manera masiva y sistemática por la Junta militar el 24 de junio de 1976 cuando no existían desafíos estratégicos de seguridad para el statu quo , porque la guerrilla ya había sido derrotada militarmente.
La dictadura se propuso imponer un sistema económico de tipo neoliberal y arrasar con las conquistas sociales de muchas décadas, que la resistencia popular impedía fueran conculcadas. La pedagogía del terror convirtió a los militares golpistas en señores de la vida y la muerte de todos los habitantes del país.
En aplicación de estas políticas, con la finalidad de evitar el resurgimiento de los movimientos políticos sociales, la dictadura hizo desaparecer a 30.000 personas, conforme a la doctrina de seguridad nacional, al servicio del privilegio y de intereses extranacionales.
Marzo de 2006
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación
La memoria: León Gieco
María Elena Walsh :"Desventuras en el País Jardín-de-Infantes"
Si alguien quisiera recitar el clásico "Como amado en el amante / uno en otro residía..." por los medios de difusión del País-Jardín, el celador de turno se lo prohibiría, espantado de la palabra amante, mucho más en tan ambiguo sentido.
Imposible alegar que esos versos los escribió el insospechable San Juan de la Cruz y se refieren a Personas de la Santísima Trinidad. Primero, porque el celador no suele tener cara (ni ceca). Segundo, porque el celador no repara en contextos ni significados. Tercero, porque veta palabras a la bartola, conceptos al tuntún y autores porque están en capilla.
Atenuante: como el celador suele ser flexible con el material importado, quizás dejara pasar "por esa única vez" los sublimes versos porque son de un poeta español.
Agravante: en ese caso los vetaría sólo por ser poesía, cosa muy tranquilizadora.
El celador, a quien en adelante llamaremos censor para abreviar, suele mantenerse en el anonimato, salvo un famoso calificador de cine jubilado que alcanzó envidiable grado de notoriedad y adhesión popular.
El censor no exhibe documentos ni obras como exhibimos todos a cada paso. Suele ignorarse su currículum y en que necrópolis se doctoró. Sólo sabemos, por tradición oral, que fue capaz de incinerar La historia del cubismo o las Memorias de (Groucho) Marx. Que su cultura puede ser ancha y ajena como para recordar que Stendhal escribió dos novelas: El rojo y El negro, y que ambas son sospechosas es dato folklórico y nos resultaría temerario atribuírselo.
Tampoco sabemos, salvo excepciones, si trabaja a sueldo, por vocación, porque la vida lo engañó o por mandato de Satanás.
Lo que sí sabemos es que existe desde que tenemos uso de razón y ganas de usarla, y que de un modo u otro sobrevive a todos los gobiernos y renace siempre de sus cenizas, como el Gato Félix. Y que fueron ¡ay! efímeros los períodos en que se mantuvo entre paréntesis.
La mayoría de los autores somos moralistas. Queremos —debemos— denunciar para sanear, informar para corregir, saber para transmitir, analizar para optar. Y decirlo todo con nuestras palabras, que son las del diccionario. Y con nuestras ideas, que son por lo menos las del siglo XX y no las de Khomeini.
El productor-consumidor de cultura necesita saber qué pasa en el mundo, pero sólo accede a libros extranjeros preseleccionados, a un cine mutilado, a noticias veladas, a dramatizaciones mojigatas. Se suscribe entonces a revistas europeas (no son pornográficas pero quién va a probarlo: ¿no son obscenas las láminas de anatomía?) que significativamente el correo no distribuye.
Un autor tiene derecho a comunicarse por los medios de difusión, pero antes de ser convocado se lo busca en una lista como las que consultan las Aduanas, con delincuentes o "desaconsejables". Si tiene la suerte de no figurar entre los réprobos hablará ante un micrófono tan rodeado de testigos temerosos que se sentirá como una nena lumpen a la mesa de Martínez de Hoz: todos la vigilan para que no se vuelque encima la sémola ni pronuncie palabrotas. Y el oyente no sabe por qué su autor preferido tartamudea, vacila y vierte al fin conceptos de sémola chirle y sosa.
Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos. Cuando el censor desaparezca ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista! estaremos decrépitos y sin saber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se preguntaban: "¿Nosotros qué éramos...?"
El ubicuo y diligente censor transforma uno de los más lúcidos centros culturales del mundo en un Jardín-de-Infantes fabricador de embelecos que sólo pueden abordar lo pueril, lo procaz, lo frívolo o lo histórico pasado por agua bendita. Ha convertido nuestro llamado ambiente cultural en un pestilente hervidero de sospechas, denuncias, intrigas, presunciones y anatemas. Es, en definitiva, un estafador de energías, un ladrón de nuestro derecho a la imaginación, que debería ser constitucional.
La autora firmante cree haber defendido siempre principios éticos y/o patrióticos en todos los medios en que incursionó. Creyó y cree en la protección de la infancia y por lo tanto en el robustecimiento del núcleo familiar. Pero la autora también y gracias a Dios no es ciega, aunque quieran vendarle los ojos a trompadas, y mira a su alrededor. Mira con amor la realidad de su país, por fea y sucia que parezca a veces, así como una madre ama a su crío con sus llantos, sus sonrisas y su caca (¿se podrá publicar esta palabra?). Y ve multitud de familias ilegalmente desarticuladas porque el divorcio no existe porque no se lo nombra, y viceversa. Ve también a mucha gente que se ama —o se mata y esclaviza, pero eso no importa al censor— fuera de vínculos legales o divinos.
Pero suele estarle vedado referirse a lo que ve sin idealizarlo. Si incursiona en la TV —da lo mismo que sea como espectador, autor o "invitado"— hablará del prêt-à-porter, la nostalgia, el cultivo de begonias. Contemplará a ejemplares enamorados que leen Anteojito en lugar de besarse. Asistirá a debates sobre temas urticantes como el tratamiento del pie de atleta, etcétera.
El público ha respondido a este escamoteo apagando los televisores. En este caso, el que calla —o apaga— no otorga. En otros casos tampoco: el que calla es porque está muerto, generalmente de miedo.
Cuando ya nos creíamos libres de brujos, nuestra cultura parece regida por un conjuro mágico no nombrar para que no exista. A ese orden pertenece la más famosa frase de los últimos tiempos: "La inflación ha muerto" (por lo tanto no existe). Como uno la ve muerta quizás pero cada vez más rozagante, da ganas de sugerirle cariñosamente a su autor, el doctor Zimmermann, que se limite a ser bello y callar.
Sí, la firmante se preocupó por la infancia, pero jamás pensó que iba a vivir en un País-Jardín-de-Infantes. Menos imaginó que ese país podría llegar a parecerse peligrosamente a la España de Franco, si seguimos apañando a sus celadores. Esa triste España donde había que someter a censura previa las letras de canciones, como sucede hoy aquí y nadie denuncia; donde el doblaje de las películas convertía a los amantes en hermanos, legalizando grotescamente el incesto.
Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabernos intrincada y de la que somos beneficiarios. Pero eso ya no justifica que a los honrados sobrevivientes del caos se nos encierre en una escuela de monjas preconciliares, amenazados de caer en penitencia en cualquier momento y sin saber bien por qué.
Es verdad que no toda censura procede "de arriba" sino que, insisto, es un antiguo deporte de amanuenses intermedios. Pero el catonismo oficial favorece —como la humedad a los hongos— la proliferación de meritorios y culposos. Unos recortan y otros se achican. Y entre todos embalsamamos las mustias alas de cóndor de la República.
Nuestra historia —con sus cabezas en picas, sus eternos enconos y sus viejas o recientes guerras civiles— nos ha estigmatizado quizás con una propensión latente represiva-intervecinal que explota al menor estímulo y transforma la convivencia en un perpetuo intercambio de agravios y rencores.
No es ejemplo actual sino intemporal, digamos, el del taxista calvo que "fusilaría a los muchachos de pelo largo". El del culto librero que una vez, al pedirle un libro feminista, me reprochó: "Vamos, no va a ponerse a leer esas cosas..." ("Nena, eso no se toca.") O el del director de una sala que exigió a un distinguido coreógrafo que no incluyera "danza demasiado moderna ni con bailarinas muy desvestidas". ("Nene, eso no se hace.")
Quienes desempeñan la peliaguda misión de gobernarnos, así como desterraron —y agradecemos— aquellas metralletas que nos apuntaban por doquier en razón de bien atendibles medidas de seguridad, deberían aliviar ya la cuarentena que siguen aplicando sobre la madurez de un pueblo (¿se acuerdan del Mundial?) con el pretexto de que la libertad lo sumiría en el libertinaje, la insurrección armada o el marxismo frenético. Y si de aplacar la violencia se trata, ¿por qué no se retacean las series de TV o se sanciona a los conductores que nos convierten en virtuales víctimas y asesinos?
Creo necesario aunque obvio advertir que en las democracias donde la libertad de expresión es absoluta la comunidad no es más viciosa ni la familia está más mutilada ni la juventud más corrompida que bajo los regímenes de exagerado paternalismo. Más bien todo lo contrario. Delito e irregularidad son desgraciadamente productos de nuestra época (y de otras) y se dan en casi todos los países excepto los comunistas. ¿Son ellos nuestro ideal?
Aun la pornografía —que personalmente detesto, en especial la clandestina y la española— y las expresiones llamadas de vanguardia, pasado un primer asalto de curiosidad, son naturalmente relegadas a un gueto: barrios, salas, círculos. Y allí va a buscarlas el adulto cuando tiene ganas, así como va a sintonizar debates sobre temas vigentes durante el horario de protección al menor.
Se supone que, en cuanto el censor desaparezca, los primeros en aprovechar del recreo serán los descomedidos de siempre, que reflotarán una grosera contra-cultura. Pero a la larga resultarían relegados siempre que una debida promoción (que hoy tampoco existe) de los honestos los lleve a ocupar las posiciones más evidentes.
El abuso puede ser controlable mediante una coherente reglamentación, pero es preferible mil veces correr los riesgos que entraña la libertad, por lo mucho de positivo que engendra, que asustamos a priori para ser pobres pero honrados, niños pero atrasados, que no es lo mismo que puros.
En cambio los tortuosos mecanismos que paralizan preventivamente la cultura sí contaminan y achatan a toda la familia social y no sólo le vedan el acceso a las grandes ideas sino que generan fracaso, reyertas e hipocresía... vicios poco recomendables para una familia.
En lugar de presentar certificados de buena conducta o temblar por si figuramos en alguna "lista" creo que deberíamos confesar gandhianamente: sí, somos veinticinco millones de sospechosos de querer pensar por nuestra cuenta, asumir la adultez y actualizamos creativamente, por peligroso que les parezca a bienintencionados guardianes.
Veinticinco millones, sí, porque los niños por fortuna no se salvan del pecado. Aunque se han prohibido libros infantiles, los pequeños monstruos siguen consumiendo historias con madrastras-harpías, brujas que comen niños, hombres que asesinan a siete esposas, padres que abandonan a sus hijos en el bosque, Alicias que viajan bajo tierra sin permiso de mamá. Entonces ellos, como nosotros, corren el riesgo de perder ese "sentido de familia" que se nos quiere inculcar escolarmente... y con interminables avisos de vinos.
Ésta no es una bravuconada, es el anhelo, la súplica de una ciudadana productora-consumidora de cultura. Es un ruego a quienes tienen el honor de gobernarnos (y a sus esposas, que quizás influyan en alguna decisión así como contribuyen al bienestar público con sus admirables tareas benéficas): déjennos crecer. Es la primera condición para preservar la paz, para no fundar otra vez un futuro de adolescentes dementes o estériles.
Como aquella pobre modista negra llamada Rosa Parks, encarcelada por haberse negado a cederle el asiento a un pasajero blanco en un autobús según la obligaba la ley, la autora declararía a quien la acusara de sediciosa: "No soy una revolucionaria, es que estaba muy cansada".
Pero Rosa Parks, en un país y una época (reciente) donde regían tales leyes en materia de "derechos humanos", era adulta y, ayudada por sus hermanos de raza, pudo apelar a otro ámbito de la justicia para derrotar a la larga la opresión y contribuir a desenmascarar al Ku Klux Klan.
Nosotros, pobres niños, a qué justicia apelaremos para desenmascarar a nuestros encapuchados y fascistas espontáneos, para desbaratar listas que vienen de arriba, de abajo y del medio, para derogar fantasmales reglamentos dictados quizás por ignorancia o exceso de celo de sacristanes más papistas que el Papa.
Sólo podemos expresar nuestra impotencia, nuestra santa furia, como los chicos: pataleando y llorando sin que nadie nos haga caso.
La autora "está muy cansada", no por los recortes que haya sufrido porque volverán a crecerle como el pelo y porque de ellos la compensa el infinito privilegio de integrar la honorable familia de sus compatriotas, sino por compartir el peso de la frustración generalizada. Porque es célula de todo un organismo social y no aislada partícula. Porque más que la imagen del país en el exterior le importa y duele el cuerpo de ese país por dentro.
Y porque no es una revolucionaria pero está muy cansada, no se exilia sino que se va a llorar sentada en el cordón de la vereda, con un único consuelo: el de los zonzos. Está rodeada de compañeritos de impecable delantal y conducta sobresaliente (salvo una que otra travesura). De coeficiente aceptable, pero persuadidos a conducirse como retardados y, pese a su corta edad, munidos de anticonceptivos mentales.
Todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya incrustada en el cerebro. Pataleamos y lloramos hasta formar un inmenso río de mocos que va a dar a la mar de lágrimas y sangre que supimos conseguir en esta castigadora tierra.
Clarín, 16 de agosto de 1979.[Reproducido en Desventuras en el País Jardín-de-Infantes, Buenos Aires: Sudamericana, 1993. 13-18. Versión digital preparada por Marina Herbst.]
A 32 años del golpe militar: Selección Elsa Sposaro