lunes, 24 de octubre de 2011

El arte de la esquina

El arte de la esquina
Boletín Mensual Nº 51 - Año 5
Octubre 2011


El anillo de los Nibelungos


SUMARIO
La Estética del Romanticismo (Quinta Parte)
El Golem


La Estética del Romanticismo (Quinta Parte)
El Romanticismo bohemio
Lic. Alicia Grela Vázquez
El Clasicismo consagra la novela educativa, edificante y, para las mujeres (a quienes está dirigida especialmente) mortalmente aburrida. A fines del siglo XVIII algunas escritoras reaccionan, desde el movimiento romántico, creando una variante en el género narrativo: la novela gótica.
En ella cuentan hechos de violencia, que producen horror, fuertemente condimentados con elementos sobrenaturales, en claustros y castillos, transferidos del Medioevo.
El término “gótico”, con el que se caracteriza a este tipo de manifestaciones, proviene del último período de la Alta Edad Media.
Cuando el entorno es el que brinda la Naturaleza, no son los campos verdes, sino los bosques sombríos los sitios elegidos. Tal es el caso de “Los misterios de Udolfo” de Ann Radcliffe, que se publica en 1794.

Ann Radcliffe



Con éste y otros antecedentes Mary Wollstonecraft Shelley, en 1818, como resultado de un juego propuesto por Lord Byron a sus amigos (escritores románticos) y huéspedes de su casa en Suiza, crea “Frankenstein o el moderno Prometeo”.

Mary Wollstonecraft Shelley





Quizás este no sea el mejor de sus escritos, pero sí el de mayor éxito. Así como el mito clásico griego, el moderno también conoce variantes. La posteridad le ha consagrado en numerosas versiones de la obra. El formato es diferente y también el soporte. Pero el cine y el cómic le dan en cada recreación más popularidad.
Son pocos hoy los que pueden mencionar alguna de las poesías de sus colegas, compañeros de viaje, de aventuras y de vida. Pero todos saben –bien o mal, mejor o peor- de Frankenstein.
Con esta obra Mary Shelley se constituye en precursora de la novela de misterio, policial, de la historia por entregas y de ciencia ficción. E. A. Poe y J. Verne siguen el camino que ella traza.
“Frankenstein o el moderno Prometeo” debe su nombre a la analogía que la autora establece entre Víctor Frankenstein, creador del Monstruo y el Titán hacedor de los hombres. Ambos cometen una transgresión, un exceso (hybris) que merece ser castigado. En la Mitología griega, con el encadenamiento del culpable en el Monte Cáucaso, donde una ave rapaz le come las entrañas (el hígado, pues se regenera). Así eternamente o hasta que Hércules lo libere. En la nueva versión, con la pérdida de sus seres más queridos.

Prometeo encadenado

La novela está escrita en el estilo epistolar muy corriente en la época. Las cartas dan a conocer tres relatos principales con breves intervenciones adicionales:

·         El de un navegante, Robert Walton a su hermana (en las cartas 1,2,3 y 4).

·         El de un estudiante de ciencias, Víctor Frankenstein (en los capítulos 1 a 23).
·         El del Monstruo (en los capítulos 9 a 16 y 23).

En ellos se muestra que la experimentación científica tiene al finalizar la Modernidad y en los comienzos de la época Contemporánea un prestigio creciente. Las Ciencias Físicas prosperan en el período del Romanticismo. Entonces son conocidos los trabajos de Galvani y Volta sobre la electricidad.
Aumenta la confianza en el progreso del conocimiento. Estos investigadores anuncian éxitos mayores como los de Ampère, Faraday, Gay Lussac y Liebig, cuyos logros (presentes y futuros) están en el aire y configuran el horizonte desde el cual comienza a pensarse el mundo y el hombre.
Las Ciencias Biológicas de ese momento ven anticipos de su desarrollo por los trabajos de Lamark, Cuvier, Saint-Hilaire y Humboldt.

Experimentos de Galvani

Alejandro Volta

La autora no abunda en detalles técnicos, pero el contexto facilita su especulación: es posible crear vida partiendo de lo inerte, aplicando descargas eléctricas. Menciona el merodear del protagonista por los cementerios en busca de la repulsiva y valiosa materia prima para su arriesgada y lúgubre labor.
El prologuista del libro, su romántico enamorado, el poeta Percy Shelley, dice que Charles Darwin considera el suceso descripto como no totalmente imposible. Los implantes, transplantes y reanimación, comunes hoy, según el estado actual de la ciencia y la técnica, muestran que sólo lo lógicamente contradictorio es imposible. El resto es insólito, poco probable, excepcional, difícil, inverosímil o muy caro.
Semeja esto al mito semita del Gólem, según el cual una figura humana en arcilla es dotada de vida, hacia el siglo XVI, por un rabino de Praga.

El rabino y el Gólem

Ésta es otra referencia a Bohemia. El Romanticismo toma el término, aprovechando lo equívoco del nombre. El uso ambiguo lo facilita y poéticamente lo enriquece.
El texto, luego de la consumación de la obra: la creación del híbrido y la narración de los hechos delictivos a ella asociados, deja hablar a la criatura. Ella en el capítulo XV exclama dolida y airada:
“¡Maldito, maldito creador! ¿Por qué no apagué en ese instante la llama de vida que tú irresponsablemente habías encendido? No lo sé; aún no se había apoderado de mi la desesperación; experimentaba sólo sentimientos de ira y venganza.”
El sentido de lo estético es tan fuerte en este movimiento que la creación es considerada monstruosa principalmente por lo que en ella no es bello y no por sus aberrantes crímenes. En el mismo capítulo muestra su soledad y pide compañía:
“Estoy solo y soy muy infeliz; nadie quiere compartir mi vida, sólo alguien tan deforme y horrible como yo podría concederme su amor. Mi compañera de verá tener mi misma apariencia y los mismos defectos. Y tú debes crearla.”
En esto insiste en el capítulo XVI :
“-Tienes que crear una compañera para mí, con la que pueda vivir intercambiando el afecto que necesito para poder existir. Esto sólo lo puedes hacer tú, y te lo exijo como un derecho que no puedes negarme.”
Y razona también sobre sus malas acciones:
“-Te equivocas –contestó-; pero, no quiero amenazarte, prefiero razonar contigo. Soy malvado porque no soy feliz; ¿acaso no me desprecia y odia toda la humanidad? Tú, mi creador, quisieras destruirme, y lo llamarías triunfar. Recuérdalo, y dime, pues, ¿por qué debo tener yo para con el hombre más piedad de la que él tiene para conmigo?”…
“Escucha bien: me dedicaré por entero a destruirte, y no flaquearé hasta que te seque el corazón y maldigas la hora en que naciste.”…
“-Quiero razonar contigo. Esta rabia no me ayuda, pero no entiendes que eres el culpable de mi ira. Si alguien tuviera sentimientos de benevolencia para conmigo, yo se los devolvería centuplicados.”…
“Cierto es que seremos monstruos, aislados del resto del mundo, pero eso precisamente os hará estar más unidos el uno al otro. Nuestra existencia no será feliz, pero sí inofensiva, y se hallará exenta del sufrimiento que ahora padezco. ¡Creador mío, hazme feliz! Dame la oportunidad de tener que agradecer un acto bueno para conmigo; déjame comprobar que inspiro la simpatía de algún ser humano; no me niegues lo que te pido.”
Se nos dice que Víctor Frankenstein (V.F.) emprende –lleno de repulsión y de miedo- la tarea, pues no es bueno que el Monstruo esté solo. En el capítulo XVIII leemos:
“No me alejaba de mis vecinos por temor a que, viéndome solo, viniera a reclamarme su compañera.
Entretanto, seguía trabajando en mi obra que tenía muy avanzada. Imaginaba el final de mi tarea con esperanza trémula; sin embargo, venía entremezclada con oscuros y siniestros presentimientos que llenaban de angustia mi corazón.”
El aprendiz de brujo metido a Demiurgo decide finalmente romper su promesa y no crear otro ser como aquel. Pero esperando la represalia del Monstruo, por el incumplimiento, V.F. profiere un juramento (capítulo XXIII):
“¡Invoco a los espíritus de mis muertos a que me ayuden en mi tarea! ¡Que el monstruo maldito beba hasta el final la copa del dolor y sienta la misma desesperación que ahora me atormenta! El fervor que puse en este solemne juramento me hizo pensar que los espíritus de mis familiares asesinados aprobaban mi devoción; por eso las Furias se apoderaron de mí, y la ira ahogó mis palabras.”

Las Furias

El protagonista apela a las Furias (Erinias) para castigar a quien comete crímenes horrendos e impunes. Esta agónica exclamación le lleva a encontrar la muerte. Su ejecutor: el Monstruo. En su agónico lecho (capítulo XXIII) V.F. dice:
“Me aflige que el monstruo siga con vida y sea un instrumento de maldad; y sin embargo, n este momento en el que espero la liberación, es el único en muchos años que soy feliz. Desfilan ante mí las sombras de aquellos a los que tanto amé, y corro hacia ellos. ¡Adiós, Walton! Busque la felicidad en una vida serena y evite la ambición, aunque sea en apariencia inofensiva, de querer distinguirse por sus descubrimientos científicos. Pero, ¿Por qué hablo así? Si yo he fracasado, otro puede triunfar.”
Finalmente, el asesino le confiesa a Robert Walton:
“-Esta es también mi víctima- exclamó-; con su muerte, consumo mis crímenes. El horrible drama de mi existencia llega a su fin. ¡Frankenstein! ¡Un hombre generoso a quien he sacrificado! ¿De qué sirve que implore tu perdón? Destruí despiadadamente todo lo que amabas. ¡Ahora estás frío! ¡Ya no puedes contestarme!”…
 Usted –continuó-, que llama amigo a Frankenstein, parece conocer mis crímenes y sus desventuras… comprenda que aunque destruía sus esperanzas, no por ello satisfacía mis propios deseos, que seguían ardientes e insatisfechos. Seguía necesitando amor y compañía, y él continuaba rechazándome. ¿Acaso no era eso injusto? ¿Soy el único criminal? ¿Y el pecado de toda la raza humana?... Para usted, ellos son virtuosos. Yo, en cambio, el infeliz, el proscripto, soy el aborto. Fui creado para que me señalen, me golpeen y me rechacen. Ahora que recuerdo estas injusticias, vuelve a arderme la sangre. Pero, es cierto que soy despreciable- prosiguió el monstruo-. He matado todo lo hermoso y lo indefenso… Pero no tema que vuelva a ser instrumento de más crímenes. Mi obra está casi concluida. No es necesaria su muerte ni la de ningún otro hombre para consumar el drama de mi vida y cumplir aquello que debe cumplirse. Para ello como sólo es necesaria la mía. No demoraré en consumar mi sacrificio…
Moriré. Ya no sentiré nada. Pronto cesarán estos padecimientos. Subiré triunfal a mi pira funeraria y devorado por las llamas, gozaré. Cuando los reflejos del fuego se apaguen, el viento esparcirá mis cenizas por el mar. Entonces, mi espíritu descansará en paz, o si aún piensa, otros serán sus pensamientos. Adiós.”
Los extensos monólogos de este extraño ser son los más críticos y apuntan a los fundamentos de una nueva disciplina que con elementos tomados de las ciencias Físicas, Naturales y especialmente Médicas, del Derecho y de la Filosofía aún hoy está en proceso de elaboración: la Bioética.



El Gólem
Prof. Elsa Sposaro

La Biblia hace referencia a un personaje así llamado, que como Adán fue hecho de barro, pero que a diferencia de éste no fue realizado por Dios, sino por un hombre sabio. Además, mientras el primer hombre fue dotado de libertad y habla, esta copia desmerecida carecía de tales dones, pues no tenía alma. Así es que en la etimología de su nombre se encuentra como significado “tonto”. La palabra usada por Yahvé para dar vida. Ésta es “Emet” (Verdad). Si se elide la “E” inicial queda el término “Met” (Muerte).
Esta referencia se ha conservado y ha reaparecido, según cuenta la leyenda en la Edad Media. En ella se dice que en Praga, el rabino Jehuda Low Ben Becadel, que fue una persona real, un estudioso de las Sagradas Escrituras y la Cábala, pudo descifrar el término. Se decidió a fabricar un hombre de arcilla, que en principio era de talla pequeña, para defender el ghetto de Praga ante ataques antisemitas. Luego escribió la palabra descubierta en un papel, el que colocó en el interior de la boca de la estatua.
Así es que esta obra comenzó a crecer hasta alcanzar un considerable tamaño y la vida habitó en su cuerpo. No fue dotado de alma pues el rabino no era Dios, y por ende no tenía voluntad propia.
Además de su impresionante tamaño, esta creación tenía una fuerza incomparable, era muy obediente y acataba todas las órdenes impartidas por el rabino, quien retiraba el papel de la boca de su creación antes de caer la noche pues de lo contrario el Gólem ya no estaría bajo sus órdenes y no sería controlable.
El rabino, olvidó la tarea de las noches y es así como el Gólem se convirtió en un ser peligrosamente destructivo, logrando aniquilar el ghetto judío en su totalidad hasta que consiguieron quitarle el papel de su boca.
Low escondió al Gólem en un lugar secreto y destruyó el papel y dijo que cuando el pueblo judío lo necesitara un rabino iluminado descifraría nuevamente la palabra y reaparecería aquél para salvarlo nuevamente. La leyenda ha perdurado con variantes a través de los años, fue llevada al cine y resurgió en épocas del nazismo.


El Gólem: Texto y voz de Jorge Luis Borges  




Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Gólem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'

'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'

En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
                                               Jorge Luis Borges