sábado, 21 de abril de 2012

El arte de la esquina

El arte de la esquina

Boletín mensual Nº 57 - Año 5

 Abril de 2012






Soledad 1 - Elsa Sposaro




SUMARIO


La Estética del Romanticismo 11ª parte


César Moro: el basalto ardiente del insomnio








La Estética del Romanticismo 11ª parte
Lic. Alicia Grela Vázquez




El movimiento romántico en las letras españolas es particularmente fecundo en todos los géneros. En el Teatro Francisco Martínez de la Rosa encabeza una auténtica revolución para romper con el rígido canon de la unidad (de tema, de tiempo y de espacio) señalada por Aristóteles y exigida por el Neoclasicismo.

Su posición política le hace ser perseguido por los absolutistas y adquiere la categoría de desterrado. En Europa comienza a cuestionarse la monarquía y se prefiere como forma pura la República.

 Posteriormente, en el período constitucional, alcanza el rango de Ministro de Estado y durante la Regencia de María Cristina promulga el Estatuto Real.

Sus obras literarias más destacadas son “La Poética” y “La conjuración de Venecia”. La primera muestra sus convicciones estéticas eclécticas y variables. La segunda es ya una creación marcadamente romántica.

En sus innovaciones es seguido por otros dramaturgos que están en la resistencia contra el artificio antinatural del movimiento anterior. En la vanguardia de esta lucha está Ángel de Saavedra, duque de Rivas, quien actúa singularmente en política, tras pelear en la Guerra de la Independencia (contra Napoleón). También asiste a las sesiones de las Cortes en que se elabora la Constitución de 1812 .

Así se le elige como diputado liberal. Claro que, al retornar el absolutismo al poder debe ir al exilio. Pero, muerto ya Fernando VII, regresa a España. Se le hace Embajador, Presidente del Consejo de Estado y finalmente Director de la Academia de la Lengua.

Su poesía arranca del Clasicismo y evoluciona hacia su contrario: el nuevo movimiento contestatario que lo cuenta entre sus más altos exponentes por sus “Romances históricos”, “El moro expósito” (leyenda en doce romances) y “Don Álvaro o la fuerza del sino”, que a Verdi le inspira “La forza del destino”.

Sus poemas líricos más destacados son: “El desterrado”, “El sueño del proscrito”, “El faro de Malta” y “A las estrellas”.

Juan Eugenio Hartzenbusch es el autor del drama “Los amantes de Teruel”, con el cual se hace mundialmente reconocido. Sus otras obras como “Don Alfonso el casto”, “La redoma encantada”, “Doña Mencia” son ignoradas y ya no se las representa.






Su origen (alemán) le facilita traducir al castellano a Lessing y Schiller y con esta tarea contribuye a difundir y cimentar el Romanticismo en España.

Antonio García Gutiérrez es otro de los autores teatrales destacados. Miembro de la Real Academia Española, desempeña cargos políticos, diplomáticos y técnicos.



Su primer drama: “El trovador”, aunque quizás no sea la mejor de sus obras es la de mayor éxito. Con ella rompe la estructura clásica de las tres unidades. También alterna prosa y verso y muestra personalidades encubiertas, según el esquema romántico.







Son suyos los dramas:”El rey monje”, “El encubierto de Valencia”, “Simón Bocanegra”, “Venganza catalana” y “Juan Lorenzo”, como también comedias y libretos de zarzuelas y poemas.



Simón Bocanegra


El Romanticismo en España se inicia tardíamente y así finaliza, pues continúa aún después de haberse consagrado el Realismo. Esto mismo sucede en la América hispana.






César Moro
Nota Editorial

César Moro, poeta y pintor surrealista peruano nació en Lima en 1903. Tras una formación autodidacta firma su primer trabajo, un dibujo modernista, en 1921 con ese nombre escogido por él y con el cual a partir de ese momento recorrería el mundo. Su poesía  escrita en francés se debe a un largo período de estancia en París, donde se relaciona con surrealistas tales como André Bretón y  Paul Éluard. Falleció en 1956.


César Moro

César Moro: el basalto ardiente del insomnio

Prof. Marcela Fernández



“El Surrealismo es el cordón que une la bomba de dinamita con el fuego para hacer volar la montaña”
                                                    Moro, César. La poesía surrealista


“El amor de anillos de lluvia
De rocas transparentes
De montañas que vuelan y se esfuman”

                                                    Moro, César. El fuego y la poesía II


“Te veo en una selva fragorosa y yo cerniéndome sobre ti
Con una fatalidad de bomba de dinamita”

                                                   Moro, César. El fuego y la poesía III

“La realidad escondida se levanta de su tumba de lugares comunes y coincide con el hombre.”
                                                   
                                                   Paz, Octavio. El Surrealismo

Con sus siempre atinadas palabras, Octavio Paz define al surrealismo como “un poner en radical entredicho a lo que hasta ahora ha sido considerado inmutable por nuestra sociedad, tanto como una desesperada tentativa por encontrar la vía de salida. No, ciertamente, en busca de la salvación, sino de la verdadera vida. Al mundo de “robots” de la sociedad contemporánea el surrealismo opone los fantasmas del deseo, dispuestos siempre a encarnar en un rostro de mujer.”[i]

El Surrealismo es el movimiento de vanguardia que ha revolucionado con  sus radicales gestos la historia del arte del siglo XX. Es el movimiento que ha socavado los cimientos más arraigados de una sociedad anquilosada y es la tendencia que más ha impactado en el seno de la sociedad burguesa –cristiana- y occidental. Las difundidas técnicas poéticas surrealistas[ii] –como el cadáver exquisito- han convertido al movimiento en sinónimo de la vanguardia y han confirmado que es el más acérrimo enemigo de la centralidad del logos cartesiano occidental por lo radical de estas prácticas y procedimientos, por su actitud de rebeldía y su impronta onírica religada con teorías centrales del siglo XX como el psicoanálisis freudiano.



Casi en simultaneidad con el periplo europeo que lo vio nacer, el Surrealismo desembarcó en el nuevo continente dispuesto a escandalizar en similares proporciones. En la zona andina, su irrupción resulta particularmente novedosa por la presencia de un poeta peruano llamado César Moro. La escritura surrealista de Moro es la bomba de dinamita que hace volar la montaña del lenguaje racional, representacional y figurativo: las esquirlas de la explosión aparecen no sólo en los poemas sino que asimismo se diseminan en collages[iii], pinturas y acuarelas. Se trata de un caso de bilingüismo ya que Moro sólo escribió un poemario en español –La tortuga ecuestre- y concibió la mayor parte de su labor poética en lengua francesa con la finalidad de captar a un nuevo y curioso público lector e insertarse como poeta en la discusión sobre la vanguardia artística como fenómeno internacional.

En la poesía de Moro –como en el juego lingüístico de la rayuela de Cortázar- las palabras son negras [iv], incapaces, impotentes e inútiles para representar de forma diáfana lo real:

“Toda idea de lo negro es endeble para expresar la vasta ululación de lo negro sobre negro esplendiendo ardientemente”
                                                                     Carta de amor



Los poemas de Moro presentan un universo donde las esferas de las acciones, procesos y estados que se predican con los verbos y de los sujetos a los que esos verbos refieren son distantes y disociadas.

Las palabras materializan lo inasible y lo etéreo. La lógica es abolida mediante técnicas de desfiguración de las imágenes y refuncionalización del lugar común. En este universo donde toda lógica es reducida a polvo, se exceden los límites “de la lógica tradicional y surge una sensación de desequilibrio, de incertidumbre, es decir, el efecto de lectura es haber sido objeto de una provocación que nos pone permanentemente en duda. […] Mediante la imagen construye un efecto para borrarlo o, al menos, desestabilizarlo en el mismo verso. […] Este tipo de armado rompe con toda mímesis.”[v]




La vida escandalosa de César Moro

Dispérsame en la lluvia o en la humareda de los torrentes que pasan
Al margen de la noche en que nos vemos tras el correr de nubes
Que se muestran a los ojos de los amantes que salen
De sus poderosos castillos de torres de sangre y de hielo
Teñir el hielo rasgar el salto de tardíos regresos
Mi amigo el Rey me acerca al lado de su tumba real y real
Donde Wagner hace la guardia a la puerta con la fidelidad
Del can royendo el hueso de la gloria
Mientras lluvias intermitentes y divinamente funestas
Corroen el peinado de tranvía aéreo de los hipocampos relapsos
Y homicidas transitando la terraza sublime de las apariciones
En el bosque solemne carnívoro y bituminoso
Donde los raros pasantes se embriagan los ojos abiertos
Debajo de grandes catapultas y cabezas elefantinas de carneros
Suspendidos según el gusto de Babilonia o del Transtévere
El río que corona tu aparición terrestre saliendo de madre
Se precipita furioso como un rayo sobre los vestigios del día
Falaz hacinamiento de medallas de esponjas de arcabuces
Un toro alado de significativa alegría muerde el seno o cúpula
De un templo que emerge en la luz afrentosa del día o en medio de las ramas podridas y leves de la hecatombe forestal
Dispérsame en el vuelo de los caballos migratorios
En el aluvión de escorias coronando el volcán longevo del día
En la visión aterradora que persigue al hombre al acercarse la hora entre todas pasmosa del mediodía
Cuando las bailarinas hirvientes están a punto de ser decapitadas
Y el hombre palidece en la sospecha pavorosa de la aparición definitiva trayendo entre los dientes el oráculo legible como sigue:
Una navaja sobre el caldero atraviesa un cepillo de cerdas de dimensión ultrasensible; a la proximidad del día las cerdas se alargan hasta tocar el crepúsculo; cuando la noche se acerca las cerdas se transforman en una lechería de apariencia modesta y campesina. Sobre la navaja vuela un halcón devorando un enigma en forma de condensación de vapor; a veces es un cesto colmado de ojos de animales y de cartas de amor llenas con una sola letra; otras veces un perro laborioso devora una cabaña iluminada por dentro. La obscuridad envolvente puede interpretarse como una ausencia de pensamiento provocada por la proximidad invisible de un estanque subterráneo habitado por tortugas de primera magnitud

El viento se levanta sobre la tumba real
Luis II de Baviera despierta entre los escombros del mundo
Y sale a visitarme trayendo a través del bosque circundante
Un tigre moribundo
Los árboles vuelan a ser semillas y el bosque desaparece
Y se cubre de niebla rastrera
Miríadas de insectos ahora en libertad ensordecen el aire
Al paso de los dos más hermosos tigres del mundo 




César Moro concibe su labor artística como una totalidad en la que los campos sensoriales de lo visual y lo auditivo, es decir, las disciplinas artísticas de poesía y artes plásticas, no están escindidas sino que funcionan como campos homólogos y fusionados. Esta fusión de las disciplinas artísticas es una característica del movimiento artístico conocido como “vanguardias históricas” que César Moro no dejó de lado en su propia labor plástico-poética:


Carta de amor

Pienso en las holoturias angustiosas que a menudo nos circundaban al acercarse el alba
cuando tus pies más cálidos que nidos
llameaban en la noche
con una luz azul y tachonada de lentejuelas
Pienso en tu cuerpo que hacía del lecho el cielo y las supremas montañas de la única realidad
con sus valles y sus sombras
con la humedad y los mármoles y el agua negra reflejando todas las estrellas
en cada ojo
¿No era tu sonrisa el bosque retumbante de mi infancia
no eras tú la fuente
la piedra desde hace siglos escogida para recostar mi cabeza?
Pienso tu rostro
brasa inmóvil de donde proceden la vía láctea
y esta inmensa desazón que me torna más loco que una lámpara bellísima balanceada sobre el mar
Intratable a tu recuerdo la voz humana me es odiosa
siempre el rumor vegetal de tus palabras me aísla en la noche total
donde resplandeces con una negrura más negra que la noche
Toda idea de lo negro es endeble para expresar la vasta ululación de lo negro sobre negro esplendiendo ardientemente
Ya nunca olvidaré
Pero quién habla de olvido
en la prisión en que tu ausencia me deja
en la soledad en que este poema me abandona
en el destierro en que me encuentra cada hora
Ya nunca despertaré
Ya no resistiré el asalto de las inmensas olas
que vienen del dichoso paisaje que tú habitas
Demorándome afuera bajo el frío nocturno me paseo
sobre esta encumbrada tabla de donde se cae de golpe
Yerto bajo el espanto de sueños sucesivos y agitado en el viento
de años de ensueño
prevenido de aquello que termina por encontrarse muerto
en el umbral de castillos abandonados
en el lugar y a la hora convenidos pero inhallables
en las llanuras fértiles del paroxismo
y del único objetivo
este nombre antes adorado
en el cual pongo toda mi destreza en deletrear
siguiendo sus transformaciones alucinatorias
Así una espada atraviesa de parte a parte una bestia
o bien una ensangrentada paloma cae a mis pies
convertidos en roca de coral sustento de despojos
de aves carnívoras
Un grito repetido en cada teatro vacío a la hora del inefable espectáculo
Un hilo de agua que danza ante el telón de terciopelo rojo
en las llamas de las candilejas
Desaparecidos los bancos de la platea
acumulo tesoros de madera muerta y de vivas hojas de plata
corrosiva
No se contenta ya con aplaudir se aúlla mil familias momificadas
tornan innoble el paso de una ardilla
Decoración amada donde veía equilibrarse una fina lluvia
encaminándose veloz hasta el armiño
de una pelliza abandonada en el calor de un fuego de alba
que intentaba dirigir sus quejas al rey
así abro por completo la ventana sobre las nubes vacías
reclamando a las tinieblas inundar mi rostro
borrar la tinta indeleble
el horror del ensueño
a través de los patios abandonados a las pálidas vegetaciones maniáticas
En vano exijo la sed al fuego
en vano hiero las murallas
a lo lejos caen los telones precarios del olvido
agostados
ante el paisaje retorcido en la tempestad

César Moro – México, diciembre de 1942






El surrealismo es el cordón que une la bomba de dinamita con el fuego para hacer volar la montaña” tales son las palabras con las que Moro definió a la tendencia que lo congregaba. Hacer volar la montaña del lenguaje es su propósito, vale decir, demoler lo más arraigado de una lengua que es ajena por ser heredada, por ser transplantada, por no ser transparente.
César Moro, poesía y plástica como vasos comunicantes, dominios complementarios y análogos. Lo inacabado y lo efímero como caracteres del collage se traducen a los poemas que presentan imágenes propias de un sueño, imágenes que a un leve soplo se desvanecen como figuras de ceniza. La poesía y el arte plástico deben evocar “la estatua de la noche de plumas de paraíso salpicada con sangre de jirafas degolladas bajo la luna” [i]. Frente a lo que no puede ser homologado con lo real, lo que es producto de sueños y visiones, el arte ofrece su producto de restos [ii], partes inconexas, esquirlas sin relación alguna.

Las palabras no tienen correspondencia, los verbos no tienen por qué tener relación con sus atributos ni los adjetivos con los sustantivos. La disonancia semántico – verbal es sólo una muestra de que toda idea de totalidad ha sido reducida a cenizas y por lo tanto la poesía no puede traducir la vida sino que debe ser ella misma la vida.

La ausencia del otro -que le da sentido a la existencia de lo uno-  hace que el sujeto deba recurrir al uso de pronombres proclíticos y enclíticos: metafóricamente los sujetos se reencuentran en el cuerpo de las palabras y se funden sus cuerpos en la cópula verbo-pronombre, en medio de un paisaje incendiario.
Como expresión de una poesía de signo utópico el arte de Moro es capaz de producir la materialización de lo inasible transgrediendo los límites semánticos de la lengua una vez más.

La transgresión se da en la creación de espacios de imposible representación mental para el lector, desfiguraciones y espacios híbridos que se corresponden con la naturaleza discursiva –también híbrida- de los poemas.

El uso y desnaturalización del lugar común, la recurrencia al cliché para mostrar su arbitrariedad y, por ende, la arbitrariedad de la lengua en general se corresponde con la  actitud crítica frente al material de composición poética. Esta actitud es herencia de las vanguardias históricas y –muy particularmente- del Surrealismo y el Dadaísmo que cuestionaron fuertemente al logos cartesiano. El uso del estereotipo poético para la creación de imágenes nuevas e insólitas prosigue la actitud de cuestionamiento y rebeldía descripta con el propósito de demoler algo fijo y anquilosado, la lengua.

Si la lengua es el reflejo del pensamiento, demoler sus cimientos es dar por tierra con lo preconcebido y lo prefijado, lo prejuzgado y lo inmovilizado. Hacer volar la montaña del lenguaje con la bomba de dinamita para que a partir de la unión del fuego con el cordón todo explote y de las esquirlas surja un nuevo lenguaje poético.

Bibliografía

Bosque Muñoz, Ignacio y Demonte Barreto, Violeta: “La predicación: las oraciones copulativas” en Gramática Descriptiva de la Lengua española. Espasa.  Madrid. 1999

Cortázar, Julio: Rayuela. Suma de Letras. Madrid. 2001

de Llano, Aymará: Fantasmas del deseo. La tortuga ecuestre de César Moro. En: Espacios, nueva serie. Estudios Literarios y del Lenguaje. Universidad Nacional de la Patagonia austral. Año VI, Nº 6, septiembre 2010. ISSN 1669-8517, pp.: 79-90

Moliner, María: Diccionario de uso del español . Gredos Madrid. 2009
Monteleone, Jorge: “Mirada e imaginario poético” en La poética de la mirada. Visor . Madrid. 2004

Moro, César.: “La poesía surrealista” en Poesía N ° 3. México- mayo de 1938

Moro, César: Prestigio del amor. Pontificia Universidad del Perú.  Lima. 2002

Paz, Octavio. Las peras del olmo. Seix Barral. México. 1974

Yurkievich, Saúl. “Los avatares de la vanguardia” en   Revista  Iberoamericana, Nº: 118‑119, Pittsburgh. 1982. pp. 351‑366




NOTAS

[i] Paz, Octavio. Las peras del olmo. México: Seix Barral, 1974. Pág. 136.

[ii] “La sistemática destrucción del yo – o mejor dicho: la objetivización del sujeto- se realiza a través de diversas técnicas. La más notable y eficaz es la escritura automática; o sea: el dictado del pensamiento no dirigido, emancipado de las interdicciones de la moral, la razón o el gusto artístico. Nada más difícil que llegar a este estado de suprema distracción. Todo se opone a este frenesí pasivo.” Paz, Octavio. Op.  Cit. Pp. 142.

[iii]“La estética de lo inacabado, de lo fragmentario y de lo discontinuo encuentra su mejor resolución formal en el collage. Inaugurado por la pintura, se hace pronto aplicable a todas las artes. El collage contrapone segmentos extraídos de contextos muy disímiles que se ensamblan en conjuntos figuradamente transitorios, casuales, sin perder su alteridad. Procede a un recorte arbitrario de fragmentos provenientes de mensajes preformados y a su redistribución en una configuración heterotópica. Cada collage establece su propia contractualidad comunicativa. Sus rupturas de articulación coexisten sin fundarse unas en otras. Objeto móvil y aleatorio, revela una prodigiosa capacidad de ligaz6n de conjuntos efímeros, pone en ejercicio una energía polimorfa que descentra la enunciación y libera a los signos de su inclusión convencional. Pulverizada toda relación de encuadre permanente, los fragmentos son devueltos a una combinatoria completamente abierta. Los préstamos a registros tan variados aumentan el nomadismo semántico, infunden al texto el vértigo de la deriva, lo vuelven camaleónico. El collage pone por fin en tela de juicio toda compatibilidad estatuida, propone un constante remodelamiento del mundo. La obra, antes conjunción selectiva, centrípeta, se abre a la multivocidad, a la polifonía exterior, se excentra, se autoexpulsa de su vigilado dominio, se abre a la contextualidad confusa, al barullo de afuera. Se deja invadir por la palabra ajena, enajena su integridad. El collage pone en funcionamiento una retórica descompuesta, una contrarretórica; abre el texto a la irrupción desestructurante de los otros discursos, de los antagónicos; suscita una polución de acontecimientos verbales de valor indeciso que desdibuja lo literario, que lo disuelve en otros discursos o que, al generalizarlo, impide su identificación. La lengua ya no lamina, ya no alisa lo real; evidencia su disparidad, su rivalidad, su discontinuidad. El collage testimonia acerca de las condiciones de ligazón y de ruptura de toda palabra viva. El texto se desenuncia por exceso de enunciados y multiplicación de la autoria. La obra no funciona ya como totalidad autosuficiente, como una correspondencia de partes que siempre remiten al todo; de contextura ahora mixta, estrellada y estallada, se deja invadir por las otras inscripciones, por la bullanga callejera, por el fragor del extratexto, por el ruido de fondo. Se vuelve manifiestamente encrucijada intertextual, travesía de distintos vectores simbólicos, campo de contienda ideológica, integración precaria. En el collage, la heterogeneidad es la estrategia de su constitución como módulo.” Yurkievich, Saúl. “Los avatares de la vanguardia” en   Revista  Iberoamericana, Nº: 118‑119, Pittsburgh, 1982, pp. 351‑366.

[iv] Recuérdese cómo llamaba Julio Cortázar a las palabras: “Pero estoy solo en mi pieza, caigo en artilugios de escriba, las perras negras se vengan como pueden, me mordisquean desde abajo de la mesa. ¿Se dice abajo o debajo? Lo mismo te muerden. ¿Por qué, por qué, pourquoi, why, warum, perchè este horror a las perras negras? Míralas ahí en ese poema de Nashe, convertidas en abejas.” Cortázar, Julio. Rayuela. Madrid: Suma de Letras, 2001. pp. 544

[v] de Llano, Aymará. Fantasmas del deseo. La tortuga ecuestre de César Moro. En: Espacios, nueva serie. Estudios Literarios y del Lenguaje. Universidad Nacional de la Patagonia Austral Año VI, Nº. 6, septiembre 2010. ISSN 1669-8517, pp.: 79-90



[vi]  Moro, César. “La poesía surrealista” en Poesía N ° 3. México, [mayo de 1938].

[vii]El cuerpo de la escritura se trabaja por incrustaciones a la manera del collage en las artes plásticas. Las imágenes superpuestas sugieren un tipo de aglutinamiento que difiera de las lógicas habituales.” De Llano, Aymará. Op.  Cit. pp. 6.